Madrid, ciudad mártir
Me gustaba ir a Madrid, con cualquier excusa y sin ella,
incluso cuando eran cuestiones de trabajo, siempre me agradó pasar unos días en
la villa y corte.
Desgraciadamente he de hablar en pasado, pues si regreso
solamente será por un motivo muy justificado. Sintiéndolo mucho ya no lo haré
por el placer de pasear sus calles, tomar el vermú del medio día, comer en “La
Bola” su exquisito, completo y abundante cocido ni los bocadillos de calamares
que sirven en varios bares junto a la Plaza Mayor.
Tengo por norma, sea en la ciudad que sea, no quedarme dos
veces en el mismo hotel, por manía, por conocer y comparar, así como por
aumentar mi colección de peines. Sí, de esos peines, que junto con otras
atenciones, sueles encontrarte en el cuarto de baño. Cada vez menos.
Para esta última visita, me fue difícil encontrar uno en la
zona que deseaba. No sé que evento podía haber, que no quedaban plazas o las
que quedaban eran caras. En la agencia de viajes, me recomendaron uno, que
casualmente también me fue recomendado por un amigo, al que un servidor jamás
se le hubiera ocurrido ni preguntar por él, sólo por su nombre lo pasaría de
largo. Por otra parte ese hotel que, como pude comprobar a través de Internet,
habitualmente cobraba por una habitación doble unos 56 euros, en esta ocasión
costaba 110 y sin desayuno.
El hotel en cuestión, más que las estrellas que luce en su
placa, podía ser un hostal ó aún menos con mejor acierto, es bastante decadente
al igual que la calle en la que se encuentra ubicado y de la que toma su
nombre.
Por tratarse de la primera vez que me iba a hospedar, la
única pregunta que me hizo el recepcionista fue sobre esa cuestión, me alojó en
la peor habitación del establecimiento, no me atrevo a pensar que el resto de
las que componen el antro, son iguales. Una estancia rácana, al igual que la
cama, la decoración –sería mucho más exacto decir: carente de decoración–, de
luz a causa de sus cinco bombillas de menos de cinco vatios; si tienes que
buscar algo en la maleta, has de encender el mechero inevitablemente si no posees una linterna.
Para mejorar el desolador panorama, la única ventana daba a
un estrecho patio interior, que no tenía ni utilidad para ventilar ya que
estaba cubierto por una claraboya, Por ello nunca sabías si era de día o de
noche, si hacia frío o calor. A todo esto hay que añadir la halitosis de las cañerías que
emanaban desde el estrecho y viejo cuarto de baño. Me pregunto si no se revisa
la cuestión de las estrellas por algún organismo.
Pero no es por esta la razón de mi decisión, en Madrid hay
infinidad de posibilidades para hospedarse decentemente. Tampoco obedece a que
al salir por la mañana a la empinada calle donde se encuentra, la primera
imagen que te da los buenos días, es la de una larga fila de personas que parecen
esperar a que abran las taquillas del “Cine Ideal", lo cual te extraña dado lo
temprano del día, pero inmediatamente reparas que a lo que esperan con cierta
impaciencia es a otra apertura muy distinta, la de la puerta del “Comedor Ave María” que forma esquina
con la fachada del cine. Por lo que pude comprobar, dan desayunos, de lunes a sábados, a los
indigentes . Los domingos no hay colas, pero ese Domingo en
particular, un hombre tras llamar a la puerta del comedor y no obtener
respuesta, comenzó a buscar en el interior de unas bolsas de basura y comerse
con avidez lo poco comestible que halló. Acto seguido consumió el contenido de lo
que podía quedar en unas latas de cervezas, que abandonó algún “asqueroso” sobre la acera.
Un poco más arriba, la calle termina en una plaza, de inmediato te das cuenta que a tu izquierda eres escrutado por los ojos de unas prostitutas, que apoyadas
en la fachada de un teatro esperan la llegada de algún cliente madrugador. Hay
gente para todo y a cualquier hora.
Veo una cafetería en la que se anuncia que tienen churros,
hechos por “maestros churreros” desde hace muchísimos años. Decido desayunarme
unas “porras”, que resultaron ser nada magistrales y los “maestros”, que no sé
si llevan allí desde hace más de un siglo, resultaron ser peruanos o ecuatorianos,
tampoco lo sé, tampoco les pregunté como tampoco me quejé del horrible sabor a
aceite de los churros, seguramente con los mismos años que cuando se fundó la empresa. Mejor no inquirir, pues puede sonar
peyorativa. Ya se sabe la exquisitez que hay que tener en el lenguaje con los
humanos de fuera, sin que tenga que haber reciprocidad.
Ya, apenas quedan “castizos” de pura cepa, la gran mayoría
es gente de fuera y de mucho más allá. La hostelería está copada por los
sudamericanos, las tiendas de comestibles, ahora convertidas en “tiendas del olvido”
o conveniencia en manos de los chinos, que ya no saben de “tiendas todo a cien”
y han colgado un cartel invisible de “todo al doble de su valor”.
Madrid está perdiendo su identidad, si es que ya no la
perdió. Espero que sea como sea aún esté a tiempo de recuperarla. Hoy por hoy
es una ciudad sucia, llena de latas, vasos de plástico, botellas… Repleta de
indigentes de todos los colores, credos y costumbres. Costumbres que no
abandonan y pretenden imponer, para ellos ese adagio que dice:
Donde fueres has lo que vieras, es una gilipollez más de los infieles gilipollas de Aquí.
Vendedores callejeros que te asaltan, te coaccionan, te
maldicen e incluso te escupen si no adquieres algo de lo que venden. Pedigüeños
que te exigen el óbolo. Borrachos que te insultan. Vendedores de “mantas en el
suelo” que exhiben productos falsos: camisetas de equipos de fútbol, compact,
dvd, bolsos, que el único parecido con los originales es la chapa de la marca,
puedes ver el mismo modelo con diferentes marcas y si lo pides, puedes elegir
el modelo y ponerle la marca que tú quieras. Últimamente también se ofertan
calzoncillos de marcas caras.
Era un Domingo, coma ya dije, el Domingo que tenía previsto
dar un paseo por el “Arte”, así que tras los churros, aún con el sabor del aceite
refrito, comencé a bajar la calle Atocha. En todo el trayecto hacia el “Reina
Sofía”, me crucé con personas de infinidad de países, de diferente color de
piel, forma de vestir, de adornarse. Hubo un momento en que creí estar en un
festival de coros y danzas. Momento en el que estoy seguro que vi a un español.
El “Museo Reina Sofía” no me gusta lo que aloja, salvo pocas
excepciones. ¿El Guernica? Tampoco. Pienso que necesita una buena y seria
limpieza. El día menos pensado te puedes encontrar expuesto un cuadro de tu
vecina Josefa, que es el único que intentó pintar en su vida, tras animarse a
ello al acabar de encalar la fachada de su casa.
Visto que no había nada nuevo, me trasladé a la “Casa de
Velázquez” en el “Retiro”, donde se exhibían los montajes de un señor
brasileño, Cirlo Mairela, para los que se usaron, entre otras cosas, 20.000
huevos, 76.150 balas, 6.000 billetes de curso legal, 69.300 velas y 17,000 libros con
fotografías del mar.
Interesante casi todo el montaje, que llevaría su tiempo a
Cirlo.
Uno de los visitantes, aparentemente con muchas prisas por
salir de la exposición y al que pude ver casualmente, era Eduardo Naranjo,
celebre pintor de Monasterio (Badajoz)
El resto de la mañana lo gasté paseando por el Retiro.
En la noche regresé al hotel con mucha precaución, en Sol
habían robado a unos japoneses, en la calle Carretas, fui testigo de como le arrebataban el bolso a una señora mayor, que terminó aparatosamente en el suelo y en la parte de abajo de la calle Doctor
Cortezo, a menos de 25 metros de donde me encontraba, varios coches de policía
con sus luces destellando llamaron mi atención. Unos policías intentaban reducir a varios hombres, que por el acento de sus gritos podían ser rumanos. Al día
siguiente leí una escueta nota, entre otras similares en un periódico, que trataba la noticia como algo
normal, cotidiano, sin más importancia,
Ocurre eso, son tantas veces que se comete el delito, que se hace costumbre y
se olvida.
Ya no tienes que estar en El Rastro ni en la Plaza de España
ni viajar en el metro, pues te pueden robar en cualquier lugar, en cualquier
momento.
Tenemos que actualizar el dicho: “De Madrid al Cielo”, ó al
Infierno, según hayas sido bueno o malo.
Es una pena, ver como se degrada una ciudad tan rica en
monumentos, historia… Madrid se está convirtiendo con muchas prisas en un
vertedero, de detritus y de personas no aptas para la convivencia, a parte de
todo tipo de “manifestantes” de cualquier cosa en la Puerta del Sol. 10
manifestaciones diarias llegaron a producirse en los nueve primeros meses del
pasado año.¿Cual será la población actual de la ciudad? Sin olvidar a los campistas, esos que por el morro se asientan en cualquier plaza, extranjeros incluso y a los políticos llegados de todos
los pueblos de España, como hormigas entrando en el hormiguero en el que
esperan las reinas. No creo que nadie lo sepa con seguridad
“Ciudad Mártir”, que bien puede usarse también en su lápida.
Haga algo y pronto, doña Ana Botella, usted es de Madrid de toda la vida, mucho le va, no deje que le ocurra lo mismo que aquél otro, aunque de mote, Botella, de nombre Pepe.
Haga algo y pronto, doña Ana Botella, usted es de Madrid de toda la vida, mucho le va, no deje que le ocurra lo mismo que aquél otro, aunque de mote, Botella, de nombre Pepe.
Espero y deseo que pueda rehacerse, salir de la mierda que
la ahoga, que personas como el encargado de la cafetería del hotel Europa, el
camarero de la cervecería de la plaza de Lavapies ó el dueño de “La Cueva del
Gato”, así como ese chaval que da de comer a los pájaros y que me ha permitido
tomar la fotografía más bonita que nunca hice, logren que en Madrid se vuelva a
respirar el aíre fresco del Guadarrama.
Fotografías JAMéndez@
Prohibida la reproducción sin consentimiento previo del autor.
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