¿Recuerda? Ayer, cuando se podía pagar con alegría y cierta
manga ancha cualquier producto de alimentación. Estos tenían un vida corta,
según la fecha de caducidad que se mostraba en sus envases. ¡Que no se le
ocurriera a nadie consumirlos, más allá de aquél límite! Y si lo hacías podía
ocurrirte de casi todo, malo por supuesto y bajo tu responsabilidad. Así que
para evitarlo, todo lo que guardabas en el refrigerador con más de dos horas de
la fecha de seguridad, iba directo y sin más contemplaciones que una última
mirada a la fecha de caducidad, al cubo de la basura. Más tarde comprarías
otro.
Conozco a personas, que esto de la “fecha de caducidad” es
como un mandato divino: “No comerás nada que esté caducado”. Hasta el jamón, el
queso… Cosas que antes duraban ¡años!, toda la vida como aquél que dice,
llevaban una fecha de caducidad increíblemente cercana, lo que nos obligaba a
preguntarnos: ¿Cómo nuestros padres, pudieron vivir tantos años, consumiendo alimentos
con más de tres meses desde su elaboración? Productos como la cecina, bacalao
en sal, arenques…
Hoy la cosa no va igual, por la razón que ya es habitual y
recurrente: “La Crisis”, ya se sabe… No hay tanta alegría, al igual que dinero
y esto implica que donde más caducan los productos, es en las estanterías de
los supermercados.
Solución, para evitar tanto quebranto a fabricantes y
vendedores, se decreta que las alimentos caduquen con mucho más tiempo: Tú
yogurt, caducarás treinta días después. Han dejado de existir las
gastroenteritis y la Legionela.
De esta guisa, lo que no se vende en dos días, se puede
vender en seis meses. ¡Hay que joderse! ¿Cuándo hemos sido víctimas del engaño,
antes ó ahora? Siempre, diría yo.
¿Hablamos un rato de las hamburguesas y todo lo que viene
manipulado por los grandes mataderos? No sé a la hora que está leyendo estas
líneas, pero sea la que sea puede causarnos una marejada en el estómago.
Nos han tomado por gilipollas, quizás lo seamos. Para ellos
no somos más que consumidores, votantes de cuatro en cuatro años, soldados,
vigilantes, guardianes de lo que es de “Ellos”.
Pero esta es una vieja historia, sobre la que ya se ha
vertido mucha literatura. Literatura marginal, de esa que se expone en un
aparte bien definido y lejos de los temas sociales, junto a otras rarezas que
hablan de OVNIS, telepatía, esoterismo y sociedades secretas raras. Cosas en
las que ya nadie cree, y si cree se siente un bicho raro.
¿Conspiración? ¿Juegos de ricos con poder?
No lo sé y no sé si me apetece saberlo. Quizás esto que me
ocurre a mí, le pase a todo el mundo, nadie quiere complicarse más la vida de
lo que ya se la están complicando.
Están desmontando la Clase Media y parte de los que la
componen, quieren salir a toda costa de ella. Desean con ansia estar lo más
cerca posible del estatus de “Ellos”. Puede ser esta la razón por la que cada
día salgan nuevos “chorizos”, logrando que esta Nación se parezca cada día más
a una gran charcutería.
Este siempre ha sido y, parece ser que siempre lo será, un
país de guitarra y pandereta.
Igual nos da ocho que ochenta, tal como solía decir mi bisabuela, como que a una cantidad
considerable de granujas de tomo y lomo, con delitos de estafa, apropiación
indebida, robo, desfalcos… , sin dejar de tener en cuenta a los que difaman y
denuncian en falso, los indulten, como que una chica tenga que entrar dos años
y pico en prisión, porque robó, a
través de una tarjeta de crédito que se encontró, ciento y pico de euros con el
fin de darle de comer a sus hijos.
Y no estoy diciendo que esta chica no deba ir a la cárcel,
si cometió un delito y esa pena es la que recoge la Ley, ha de ser cumplida. Lo
que estoy diciendo es que si esta muchacha tiene que perder su libertad, los
otros con mucha más razón, se apelliden Urdangarin, Borbón, Bárcenas, Blanco
o Puyol. No sólo por los delitos
cometidos, sino por el quebranto que se le inflinge a la Nación a la vista de
los países extranjeros, así como por el pésimo ejemplo que dan a sus
conciudadanos . Razones estas que la Justicia tendría que tener en cuenta como
agravantes.
No es bueno que la gente se plantee la mala actuación de la
Justicia, en el caso de esa joven madre, que usó indebidamente la tarjeta de
crédito, por comparación con delitos en los que se manejan cantidades muy
superiores a ciento cincuenta euros. Delito es uno y delito es el otros, las
penas…
Por preguntar algo: ¿Alguien se ha pensado en el daño que
causó la extracción de su cuenta de los ciento cincuenta euros, al dueño de la
tarjeta? A lo mejor, quiero decir a lo peor, era el dinero que tenía para comer
él y su familia ese mes.
Y hasta que esto no sea así, nuestro pobre País no será
mucho más que Sierra Morena antiguamente, en la que sólo habitaban los célebres
bandoleros.
Lo escribo una vez más: Nadie ha hecho más por desprestigiar
a los políticos que ellos mismos.
Está claro, estos sistemas de Reino sucesorio y Democracia
cuatrienal, no funcionan, demasiados pastores a comer el caldero de migas.
Tendremos que plantearnos nuevas fórmulas, como una Democracia diaria en la que
verdaderamente sea el Pueblo quien ordena, tal como decía aquella canción de
José Afonso:
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