Prohibida su lectura
a
niños y a todas
aquellas personas
que aún crean en
el Ratoncito Pérez.
Triste,
dolorosamente triste, cada momento en que un niño, pierde un poco de inocencia,
cada instante que la realidad le roba un pedazo de ilusión.
Ayer no se terminó el Mundo, pero sí acabó la ínfima sombra
de fe que quedaba en mí. Porque aunque se niegue, siempre queda en algún hueco
para el asombro.
No es que creyera ni deseara que los mayas acertaran con sus
predicciones. Nadie hasta este momento, ha podido vaticinar algo semejante con
algo de credibilidad. Por otra parte, la tal predicción no existió, hasta que
un “iluminado” investigador de lo extraño, hizo público el resultado de sus
investigaciones, sobre el Calendario Maya. La profecía no aparece en la piedra
en la que se encuentra grabado. Quizás los años solamente lleguen a este 2012,
por la simple razón, de que al grabador no le quedara más sitio en la piedra
para continuar tallando ni un año más.
Este “no suceso”, me ha revelado que estamos hechos de
fantasía, lo cual no significa que seamos seres fantásticos, sino que vivimos
en la fantasía, que somos unos ilusos.
Por esa razón la inmensa mayoría somos cinéfilos y una cantidad notable, adictos a las
películas de fantasía y ciencia ficción.
La Vida duele tanto, que nos sedamos con la irrealidad? No
coloco el signo de interrogación, al principio de la frase, pues sólo quiero
hacer media afirmación, la otra mitad es una pregunta, lo que podía llamarse:
“la sombra de la duda”.
Es la misma razón por la que unos se hacen escritores? Para
contar, para contarse historias que nunca fueron ni serán.
Ahora, a la larga, a causa de un fin del Mundo que no fue,
me duele tener conciencia del engaño en el que ha transcurrido mi vida, de
cuantificar la cantidad de desilusiones, que he sufrido. Provocó el regresó a
mi mente, recuerdos que se encontraban en el cubo previo al borrado total.
El primer engaño: El Chupete, para que te creas que mamas
continuamente y que se vuelve en nuestro primer adictivo.
Recuerdos como la de aquella noche, en la que descubrí que
los Reyes Magos no te regalaban nada.
Aquél 6 de Enero me levanté muy temprano ó mi padre se
retrasó en colocar los juguetes. Con la ilusión, que alejó los residuos que me
quedaban de somnolencia y
cautelosamente, fui hasta la puerta del salón. Podía ocurrir que sus Majestades
se encontraran aún allí, por lo miré dejando asomar lo menos posible de mi
cabeza, tras el marco de la puerta. Mi corazón se aceleró por lo que estaba
viendo, mi padre envolvía y colocaba los regalos.
Las copas de anís y los polvorones, que antes de irme a la
cama, dejamos para los Reyes, estaban intactos, al igual que el cubo de agua
para los camellos.
No volví a dormirme aquella noche y durante un par de años
más, fingí no saber la verdad para no arrebatarle a mi padre la ilusión que le
hacía que yo no la supiera.
Esa fantasía, la de los Reyes Magos de Oriente, no sería el
único desencanto que me trajo, años después me tocó el rol de padre.
En la actualidad se han unido a estos tres personajes,
nuevos engaños, todos descaradamente consumistas: Papá Noel, gordo y vestido
con un traje rojo, aspecto creado
ex profeso para que recordara a una conocida marca de refrescos; Las Doce Uvas
de la Suerte, una costumbre que data de 1882, nacida en Madrid y con un fin muy
distinto al que se le conoce, pues fue concebido con la intención de burlarse
de los burgueses, que solían celebrar el fin de año tomando uvas y champán. La
Flor de Pascua, la ropa interior de color rojo…
Desilusión se llaman los jalones de mi vida.
Aquella huella de Neil Armstrong sobre la Luna, que vi en un
arcaico televisor en blanco y negro, con los emotivos comentarios de Jesús
Hermida, que me hizo soñar en que ya venía el tiempo de ver el Universo, como
lo hacía Flash Gordon y para avivar la ilusión, llegaron aquellas series de
televisión: “Perdidos en el Espacio” , “Star Trek”, “Thunderbirds”, “Espacio
1999”, en la que se contaban los problemas que sufrían los habitantes de una
estación científica – militar en la Luna, que a causa de una explosión nuclear,
se había salido de su orbita y vagaba a la deriva por el Espacio.
Luego pudimos ver en la pantalla grande “2001, Odisea en el
Espacio”, que creaba más expectación
al mítico 2000.
Vi aparecer las
lanzaderas espaciales, que por lo menos tenían la forma más similar a las naves
que ya conocíamos, quedando un tanto relegados a aquellos arcaicos cohetes, que
dejaban en orbita a pequeñas capsulas, mínimamente gobernables.
Y llegó 1999, y la Luna continuaba dando vueltas alrededor
de la Tierra, el 2001sin ninguna odisea ni monolito en nuestro satélite. Antes,
en el 2000 fronterizo, no se colapsaron los ordenadores con su entrada.
El Papa, declaró que el Infierno no existía, y se quedó tan
tranquilo. Y el miedo que he pasado, las cosas que he tenido que hacer, y lo
peor de todo lo que no he podido hacer con tal de no sentir sus llamas eternas.
¿Quién diablos me indemniza a mí?
El actual Benedicto XVI, escribe que en el Portal de Belén
no hubo ni buey ni mula.
Te sientes como un idiota, por haber hecho durante años el
belén, dándole gran importancia a los nobles animales, pues aquella noche
extremadamente fría –el algún que otro belén hasta hay nieve –, le dieron
calor al Niño, y estúpidamente
cantamos villancicos como: Entre un buey y una mula Dios ha nacido… Es posible que terminen diciendo que nació en un
Hilton.
Tu fe se resquebraja en silencio, quizás hagas un chiste
como única expresión de dolor.
El Ratoncito Pérez, los Reyes Magos, Santa Claus, Papa Noel,
San Nicolás, el Príncipe Azul, lo gnomos, la hadas, Topo Gigio, Cruela de Vil,
la Lotto… ¡Nada de nada!
No, no quiero nombrar las promesas electorales ni nada
relacionado con la Política.
He sido engañado y la tradición me ha hecho engañar. Nos
toman por tontos, nos tomamos por tontos. El engaño no se detiene cuando dejas
la infancia, continua siempre, hasta que te mueres, según yo me imagino…, que
de lo que hay tras de la Vida, no tengo ni pajolera idea, nunca se me apareció ánima
alguna y no seré quien se invente un nuevo cuento.
Me doy de baja de la Tradición, de creencias modernas y por
supuesto de las futuras. Abandono el club de los incautos integrales y exijo
que se me devuelva lo que me costó, los años de mi vida en los que estuve
engañado.
Ya lo sé, este deseo es una estúpida fantasía más, porque me
ven a devolver lo mismo que a los de las “preferentes”.
¡Mondo Cane!
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