LA PREGUNTA: ¿POR QUÉ? Que por respuesta sólo tiene más
preguntas.
¿Quiénes somos? ¿De dónde
venimos? ¿A dónde vamos?
Respuestas ¿Somos la Duda? ¿El Absurdo? ¿Somos virus?
Cuentos Cotidianos VIII
Entré en la cafetería y me dirigí
a la mesa – observatorio, desde la que miro todo lo que ocurre en el local. Al
pasar junto al camarero, me saludó mecánicamente y de igual forma me preguntó:
¿Lo de siempre? Lo de siempre, le contesté. Tomé asiento y vi al “acaparador
del periódico” en su lugar, con el ejemplar del día desplegado en la mesa sin
que le prestara atención, esta la tenía presa en los giros de los rodillos de
la máquina tragaperras, mientras otro jugaba. Recordé, que el camarero me
comentó en una ocasión, que el “acaparador” se sentaba en aquel lugar para
controlar la tragaperras, cuando creía que había recaudado lo suficiente y no
se habían llevado los premios, él echaba, lo peor era, que siempre conseguía el
premio.
Ese tipo, que ya por su afición a secuestrar la prensa del
establecimiento, me caía fatal, con la última información recibida, me he
planteado en más de una ocasión tomar café en otra cafetería.
El intentar no verlo entreteniendo mis ojos en la humeante
traza, me llevó casi a la abstracción, y después a ese estado de la conciencia
que llamamos ensoñación.
No entiendo absolutamente nada, y
cada vez que la cuestión regresa a mi mente, más oscura se torna. ¿Qué objeto
tiene nuestra presencia Aquí? Que nazcamos, deambulemos por la Vida, con más o
menos fortuna e irremisiblemente muramos.
Ya sé, que el asunto no es nada original, es algo que ha
pasado por la mente de casi todos y en más de una ocasión. No creo que nadie
haya encontrado las respuestas. Sí, las religiones, pero… Son insostenibles,
cuentos para niños, tan insostenibles como las que han querido dar filósofos y
científicos. Imagínese a las que va a enfrentarse, si estima oportuno continuar
leyendo estas líneas.
¿Para qué sirven tantas galaxias, estrellas, planetas,
alimañas, árboles, nosotros…? Todo dentro de un espacio infinito, que según los
científicos continua expandiéndose. ¿Cómo algo infinito, que lo ocupa todo
puede hacerse mayor? Y ¿con qué objeto?
¿Cuál es el valor que tenemos en esta Obra?, para la que no
existen adjetivos a fin de hacernos una idea ni aproximada de su grandiosidad,
de la que más nos imaginamos que conocemos.
No sabemos nada, a penas unos pobres datos, de nuestra “gota
de agua”. Posiblemente, en el Universo, nuestro entorno y lo que llegamos a
ver, no sea más que eso: una gota de un inmenso océano.
Nuestros conocimientos son nimios, frente a los misterios
que nos presenta nuestro sistema solar, sin buscar ejemplos más extensos. De
nuestro propio cuerpo aún nos queda por descubrir, no sabemos como erradicar
muchas de las enfermedades que lo aquejan. Del cerebro nos falta por conocer
casi todo: como trabaja, dónde reside el pensamiento, en qué lugar se guardan
los recuerdos, o la identidad, el “Yo”. ¿En que lugar el “Soplo Divino”, la
Vida, la “Energía”?
La Vida, muy posiblemente el Alma. El “Alma Inmortal”, que nos
da Dios y a Él regresa cuando fenecemos. La Energía ni se crea ni se
destruye, sólo se transforma, dijo Einsten.
El Alma, la Energía, Dios, la Vida ¿Pueden ser la misma
cosa? Y el cuerpo, una compleja herramienta a su servicio, sólo una herramienta
para estar en contacto con “lo material”. Si eso es el cuerpo humano, ¿qué
somos? La respuesta es obvia: Somos Alma.
Pero, si somos Alma, ¿por qué no nos reconocemos a nosotros
mismos? ¿Por qué creemos que somos “carne”? ¿Temer tanto por perder el cuerpo?
El Cuerpo, como todo lo físico, se deteriora, se avería y
termina dejando de funcionar y, como ocurre con cualquier otra máquina, se
desecha. Igual que se abandona el coche que ya no arranca. ¿Qué ocurre con
quien lo conducía? ¿Qué ocurre con el Alma? ¿Dónde va? No debe ir a ningún
lugar, se queda en el mismo sitio, donde estuvo siempre. La Energía es una, sin
divisiones, lo envuelve todo. Así pues, el Edén, el Paraíso, el Cielo… No se
encuentran en otro lugar están Aquí, al igual que el Infierno.
Pero… ¿Y el conductor del automóvil? Abandonó el viejo y
continuó conduciendo un nuevo vehículo. ¿Estamos proponiendo la Reencarnación?
Es posible, que el Alma, la Energía, según lo expuesto, tome
otro cuerpo. Es lo más lógico, tendría que ser así.
Sin embargo… ¿Qué ocurre con los recuerdos? Yo no recuerdo
otros cuerpos que ocupé. ¿Cómo podemos saber quiénes somos?
Si los recuerdos no se guardan y no van de un cuerpo a otro…
¿De qué sirve que memoricemos cosas como la Historia del Mundo, hombres, sus
logros, animales, minerales… Para qué inventar y construir máquinas con
dispositivos para atesorar nuestro Conocimiento y Recuerdo?
¿Por qué ese afán, a veces desmedido, de perpetuarnos en la
memoria de aquellos que llegaran en el Futuro, eternamente? ¿Será este el
“Sentido de la vida”? Solamente vivir para no ser olvidados.
Puede ser, también, que como parte indiviso de esa “Energía
General”, todos nuestros recuerdos, los recuerdos, vayan a un “Conocimiento
Único”, en los que se desechan los que son inútiles y los repetidos.
Surge aquí una nueva cuestión: Un “Conocimiento Único” ¿al
servicio de quién, con qué propósito? Y si, gran parte de nuestras experiencias
atesoradas, son inútiles y sin más se tiran ¿para qué las aprendemos? Podíamos
usar el tiempo en recoger otros conocimientos más necesarios.
Es todo tan absurdo. ¿Somos una pregunta? Sabemos solamente
preguntar y darnos otra pregunta por respuesta: ¿Por qué?
La “Gran Interrogación” es el Universo, en todos sus
componente, también el “Big Bang” y nuestra preocupación, nuestro desmedido
afán de atesorar cosas materiales, muchas, demasiadas veces sin respetar nada
ni a nadie, durante nuestro paso por la vida. ¿Para qué? Si como hemos visto,
nada nos llevamos, nada podemos quedarnos.
Continuo sin saber quiénes somos, que clases de organismos,
que bichos? Bichos que viven de succionar el dolor, las vicisitudes de sus
congéneres, cada vez con medios más sofisticados. Dolor y muerte si es
necesario, sin escrúpulos, sin compasión. ¿Tenemos “Conciencia”?
En este momento una duda oscura: ¿Será el dolor, las
lágrimas, la envidia, el deseo, el daño… el alimento de esa “Energía”? ¿Es esa
“Energía” la “Maldad”?
¿Somos virus, aislados en una gota de agua?
Sería la solución a “¿por qué?”, pero dice poco de nosotros.
Es triste, tan triste que la desechamos inmediatamente.
Por otra parte se suscitarían nuevos interrogantes:
¿Aislados por quién? ¿Por otra energía superior, que no podemos atisbar?
Una voz que hace una pregunta, me saca bruscamente de la
ensoñación: ¡Señor, señor! ¿Se encuentra usted bien? Sí, respondo, sólo me
quedé un poco transpuesto. ¿Por qué?
No me enteraré jamás, así que terminaré con una frase, que
posiblemente no crea que viene a colación: Los bancos sólo debían servir para
sentarse.
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