jueves, 31 de mayo de 2012

LISBOA Y SUS COSIÑAS


V I A J E S   I

LISBOA Y SUS COSIÑAS


Pin de que puedes hacerte de manera
gratuita en el Museo Berarado.
Suelo ir bastantes veces al cabo del año a Lisboa, no voy a decirle que me encanta, el encanto que posee ni la manera de ser del lisboeta, ni del Barrio Alto ni de Alfama, tampoco de la línea del eléctrico 28, como no lo haré del Fado. Hay muchos que ya lo hicieron y con toda seguridad, repetiría la larga lista de tópicos que sobre la capital portuguesa se hacen. Sin embargo, no me desagradaría de hacerlo sobre la Feria de Ladra, El Mercado de la ladrona, que era –dícen– donde se vendía todo lo que en Lisboa se robaba. Menudencias, confites si los “robadores” de moda tuvieran que montar su particular “Rastro”. ¿Qué coliseum, ciudad, país, incluso continente tendrían que usar para exponer sus robos?
En esta ocasión, aproveche el viaje para tomar el sol en Estoríl y darme una vuelta por Cascaís. Ciudades caras pese a la “Crisis”, será por vicio digo yo. Esta zona siempre fue feudo de los “ricachones”, tanto de España como de Portugal, que componen un gran número, bueno… algún fantasma también habrá. En una ocasión observé una fotografía de los soportales, que flanquean el comienzo de los jardines del casino, fechada en 1929, de aquella Estoríl era el casino, los soportales y cuatro casas. Bajo el arco que forma uno de los soportales, ya de aquella, se agrupaban apiñados un gran número de personas. La fotografía me recorda a esos restaurantes, ó comederos que abundan en este país, repletos de mesas de cincuenta centímetros, en los que comes acompañado lo quieras o no, en los que tienes que aguantar la mirada asesina del comensal de la mesa del al lado, porque le propinaste un codazo, por culpa de la dureza del filete de porco. No exagero, hasta para llenar el vaso de agua tiene que pedir permiso o perdón. Luego la cuenta no va para nada en consonancia con el mobiliario liliputiense.
En Cascais me entretuve viendo escaparates, mientras caminaba sin prisas hacia “La Bodeguita”, me encanta escudriñar al otro del cristal. Allí, en uno de esos escaparates en el que un gran cartel anunciaba descuentos de hasta un cincuenta por ciento, exponían una chaqueta feísima, con rayitas verticales blanca y azules, solapas estrechas, un solo botón y excesivamente entallada, yo nunca me pondría. Por curiosidad, a un lado bajo ella góticamente enmarcada, miré la lista de precios. Lo que costaba aquella prenda, una vez aplicado el descuento, eran novecientos euros. Es evidente, que allí no quieren a “mil euristas”. Aquí, en “Redondo” por ejemplo, te puedes comprar por esa cantidad nueve trajes completos, con chalequillos incluidos.

De Lisboa a Estoríl, nos vimos obligados a trasladarnos en taxi, pues no nos habíamos enterado que había huelga de trenes, y es que aquí, de este lado de la Península son pocas las noticias que se publican sobre el país vecino.
Nos tocaron todos los embotellamientos, tanto por la autopista, que abandonamos cansados de no movernos, como por la Marginal, con un accidente incluido, como sólo en estas carreteras se pueden ver: un automóvil apoyaba sus dos ruedas del lado derecho a media altura del costado de otro coche, ¿cómo pudo ocurrir tal situación? 
Este, que es un trayecto que el tren de cercanías no tarda más de veinte minutos en recorrer, por un euro y pico, nos llevó más de una hora en taxi a treinta y cinco euros.
Le pregunté al conductor si en su sector se estaba notando la “Crisis”, a lo que me contestó afirmativamente, más con algunas de las muchas huelgas que están teniendo lugar por estas fechas, tal la de controladores aéreos. Sin embargo, esta de los trenes le estaba viniendo muy bien.
Ya dicen: “No hay mal que por bien no venga”.
Tomamos el sol, mejor: nos tomamos casi todo el sol en Tamaríz. Comimos en un “italiano”, en el que pedí una pizza griega, según la carta y que ciertamente me supo como si estuviese en Corfú, Mikonos o Rodas, quizás por el feta, la berenjena…, resumiendo como la moussaka. Luego, como de costumbre tras la comida, tomé una bica y el sobre de azúcar no sólo endulzó el café, sino que lo hizo también con la cuenta. Son de esas cosas amables, que te consuelan y te hacen tener de nuevo fe en tus congéneres y en Portugal te encuentras muchas de estas cosas.
En el sobre una frase: Una noche hago bluetooth en tu corazón. Hoy es la noche.
Charo dice que soy un romántico. Algo de ello he de tener. Le agradezco la frase y su originalidad, al que creo que es su autor: Rogério Nunes.
Le pregunté al camarero si habían sobres con otras freses y amablemente me trajo varias, pero ninguna como la que me tocó en mi paquetillo .
Al regreso, pasando delante del Palacio de Belem, que es la residencia del Primer Ministro, llegaban Felipe y Leticia, los príncipes de España. Me pregunté: ¿Vendrían a comprarse la horrible chaqueta de novecientos euros? Ellos pueden. De lo que si estoy seguro, es que no verán la frase de Nunes, pues no toman café en los bares ni consumen azúcar de sobre.






    JUAN ANTONIO MÉNDEZ DEL SOTO 

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