F
E R
I A N T E
Entrevista a Fernando Naranjo para la
revista oficial de las
Ferias y Fiestas de Badajoz
2014
Un año más, me dispongo a
escribir para esta publicación, unas líneas sobre la Feria y Fiestas de
Badajoz, lo hago tras haber tomado café con un buen amigo, desde los tiempos de
los Recitales en La Regenta, hace ya algunos años, tantos como los que no se
quieren contar.
Hoy, merecidamente “pensionista”, dedica sus tiempos de ocio
a la Poesía, la Pintura y los Toros, tres de sus cinco pasiones, las otras dos
son su familia y las ferias. Sí, ferias como estas de San Juan, que estamos
celebrando. Fernando, fue durante sesenta años feriante, nadie mejor que él
para hablar de ferias. Si bien nos ofrecerá una visión diferente, a la que
damos año tras año en nuestros artículos. Fernando Naranjo Durán nos ilustrará
sobre las ferias, desde el otro lado, el de los feriantes, de sus ferias
vistas, hurtando una mirada a la atención de sus “atracciones”, “aparatos” como
también los llama.
Con toda seguridad se acordarán de los “Autódromos
Extremadura”, las pistas de “coches chocantes” de los hermanos Fernando e
Ismael Naranjo, apellido tan conocido como el de los hermanos Pernía ó más.
Ismael que desgraciadamente murió el 2010, y Rafael, el último en abandonar la
profesión, son los hermanos mayor y menor de nuestro protagonista.
Una larga tradición –un siglo completo–, cerrada por
Fernando en el dos mil dos y a la que sus abuelos paternos dieran comienzo allá
por 1902.
Ha sido feriante siempre, desde 1942, año en que vino al
mundo en la localidad onubense de El Repilado.
Fernando Naranjo |
Me contó, acompañando sus palabras con el aroma del café
recién servido, respondiendo a la
pregunta que le hice, que disfrutó de todas las ferias. Iba a continuar
hablando, pero se calló, apoyó el codo en la mesa y dejó descansar la cabeza
sobre la palma de la mano. Tras un silencio, rectificó: Bueno, de todas no. No guardo
malos recuerdos en general El tono de su voz cambió por un instante y de
entre sus labios escapó una “p” apretada de un “pero…” seguido de otro
silencio, posiblemente provocado por la atención que dedicó a los recuerdos que
le mostraba la mente, luego continuó: En
la adolescencia lo pasé bastante mal. Mientras mis amigos y amigas se
divertían, disfrutaban y paseaban por el ferial, yo tenía que estar trabajando
en “la atracción”. Me dolía y fastidiaba terriblemente, verlos pasar y
saludarme de lejos. Los envidiaba, quería ser como ellos.
Cuando por fin la
jornada terminaba, ya era muy tarde para paseos y diversiones. La feria
cerraba, en ocasiones tras haber amanecido y aunque a tu juventud, le sobraran
fuerzas para seguir despierto lo que hiciera falta, no tenías a nadie que te acompañara
ni a donde ir. Y en el momento que la feria llegaba a su fin, tampoco había
vacaciones. En el instante en el que la última luz del “aparato” se apagaba,
comenzábamos sin más dilación a desmontar, cargar y sin un triste minuto para
despedidas, partíamos en busca de una nueva feria, en la que con toda
seguridad, me enamoraría en secreto, del rostro de otra chica que empezaba a
coquetear.
Después…
a todo se acostumbra
uno. No te queda otra
Me dediqué y luché por
la feria y por mi familia, en cuerpo y alma. Luego, cuando tenía veinticuatro
años, murió mi padre y me vi obligado a hacerme cargo de todo, negocio y
familia. Inmediatamente acometí una remodelación de la empresa, esto fue en los
años sesenta… Mi padre murió en el sesenta y seis, pues a partir de ese año,
compramos nuevos “aparatos”. En el sesenta y siete adquirimos la primera pista
de “coches chocantes”. Llegamos a tener, entre los dos hermanos, cinco pistas.
Luego, yo me hice con una “montaña rusa” en el año ochenta y volví a comprar
otra en el noventa y cuatro, que se unieron a las pistas y a otros tipo
de “aparatos” que tenía.
Mi ignorancia en el tema me hace preguntar por el valor de
una “montaña rusa” de montar y desmontar. La cantidad que menciona Fernando, me
quita las pocas ganas que pudiera tener por dedicarme a las ferias.
¡Hombre! Ahora una
“montaña rusa”, con el Euro, vale muchísimo dinero, alguna puede costar los
seiscientos millones de pesetas. Cuando vendí la última mía, me dieron sesenta
millones de pesetas, esto fue en 1997.
Hace un paréntesis, para pedirme que reseñe a su hermano
Ismael, con el que compartió negocio, alegrías y dificultades por toda
Extremadura y parte de Andalucía, pues no fue, hasta 1980, cuando comenzaron a
hacer toda la Península, siempre juntos.
No puede calcular, con la rapidez que le solicito el dato,
el total de los kilómetros de carretera que se ha hecho, en todos sus años de
feriante. Indico que habrán sido más de un millón. Esboza una sonrisa socarrona
y deja salir un pequeño bufido por la boca.
Un millón. Mira, el
último coche que vendí, y he perdido la cuenta de los coches y camiones que han
pasado por mis manos, un Mercedes, tenía setecientos mil kilómetros y el
anterior, un BMW” andaba pasados los seiscientos mil. Ahí tienes solamente tu
millón de kilómetros.
Cuadro de Fernando Naranjo |
Me intereso por las relaciones con la gente de los pueblos
en los que montaban sus atracciones.
Fernando me dice, que gracias a lo conocida que era su
familia, en todos los pueblos que visitaban, jamás tuvieron problemas con los
habitantes. No se sintieron ni mal mirados ni temidos, pese a las historias de “terror
y misterios”, que se contaban sobre los feriantes.
Lo que sí es cierto,
era que se tenía como una profesión de baja estima, de poca o ninguna cualificación,
a la que podía acceder cualquiera. Se habla sin saber. Un feriante ha de saber
de todo: mecánica, electricidad, carpintería, pintura… Sin ir más lejos, yo pintaba
mis atracciones tanto a brocha gorda como a fina y a la artística. Aparte, tenías
que tener el carnet para conducir cualquier vehículo, amplias nociones de
administración, relaciones públicas… Hasta de eso que hoy se dice “DJ”. O sea,
que de profesión baja nada. Y si encima le sumas, que has de estar en buena
forma, fuerte, no son muchos los que pueden acceder a este trabajo.
Es de suponer, que en una vida tan agitada y con tantísimos
matices, surgieran algunas dificultades.
Dificultades, siempre
hay. Una habitual eran los ayuntamientos, según las quejas de algunos compañeros
nuestros. Nosotros, no podemos decir lo mismo, ya fuera por nuestra solera o
trato, siempre nos facilitaron las cosas. Cierto que cobraban mucho por los
terrenos. Ahora no cobran tanto en relación de cuando dejé la feria,
Este pago suponía un
hándicap y un condicionante a la hora de poner los precios, que tratábamos que
fueran lo más asequibles. En la actualidad no ocurre eso, yo considero que se
está trabajando carísimo. La gente desde que llegó el Euro ha perdido la “chaveta”.
En la cuestión referente a las relaciones con el público,
poco a reseñar, lo típico, gente que bebe de más, alguna bronca por el único
coche ó plaza que queda libre y la poca paciencia para esperar la próxima
vuelta… Cosas sin importancia.
Añadir leyenda |
Pocos incidentes le han dejado “mal sabor en la boca”, le
cuesta recordar alguna. Insisto y le ruego que busque un poco más en la
memoria, al cabo de más de un minuto, me dice: Pues bueno, te voy a contar uno.
Ocurrió en una feria
de Aquí, en una de mis “montañas rusa”. Todo iba a la perfección, pero de
pronto las vagonetas, cargadas de gente, sin una sola plaza libre, se
detuvieron en la parte más alta de la “montaña”. Nos quedamos atónitos, no
sabíamos que era lo que podía haber ocurrido. La iluminación, la música… Todo
estaba perfectamente, pero las vagonetas estaban paradas y sus ocupantes
comenzaron a ponerse nerviosos. No fue avería, sólo que entre los componentes
de los sistemas de seguridad, había un pulsador, que en caso necesario lo
apretabas e inmediatamente la “atracción” se paraba. Alguno de nosotros,
oprimió el pulsador sin darse cuenta. Cierto, que nos cogió por sorpresa y como
nunca había ocurrido, tardamos en reaccionar.
Inmediatamente,
llegaron ambulancias, bomberos y policía municipal –la feria posee sus propios
retenes–, junto a la gente que se agolpaba cada vez más. Todo un número. Allí
no había heridos, ni fuego, lo único que ocurrió, es que se activaron uno de
los frenos de seguridad, Así y todo, por orden expresa del alcalde, que se
encontraba por allí, mandó que me clausuraran la atracción ipso facto. Día y
medio me tuvieron cerrada la atracción.
Aquél “aparato” me
estaba haciendo una feria fenomenal, hablando económicamente, pues se vino abajo
la recaudación, por el día y medio sin trabajar y gracias a los rumores falsos
que se oyeron, la gente cogió miedo a subirse. Aquella feria, gracias a aquél
regidor, no sólo no tuve ganancias sino que me costó bastante dinero.
Todos los “aparatos”
de feria son muy seguros, tienen que ser seguros, de lo contrarío las ferias
habrían acabado hace mucho tiempo.
Recién casados |
Sin lugar a dudas, lo más conocido de los hermanos Naranjo
eran las pistas de “autos de choque”, que desde que comenzaron con ellas hasta
ahora, los cambios que han experimentado son pocos de cara al público.
Internamente, se produjeron muchos, tecnológicos la mayoría. Cambios como el
sistema de cobro. Se abandonó aquel tan complicado, del cobrador que tenía que
subirse al gálibo de cada coche, para pedirle al cliente el pequeño cartoncito
rectangular, cientos de miles de veces usados, así lo atestiguaba la roña que
cubría algunos, y se instaló el dispositivo de fichas, que conectaba al coche
automáticamente.
También cambió mucho el precio del viaje, desde las cinco pesetas
que costaba en el sesenta y nueve a las trescientas de hoy. Fernando, que se
niega a hablar de euros, continua convencido que todas estas barbaridades en
los precios, a nivel general, son a causa del cambio de divisa y en el tema que
estamos tratando en particular.
También hay que
añadirle cierta codicia por parte de los feriantes.
Apurando el café, le pregunto si se hizo rico, con su
dedicación a las ferias. Sonríe maliciosamente, una sonrisa que yo interpreto
como un “Sí, a ti te lo voy a decir”, no obstante me contesta:
Gané mucho dinero,
pero… también lo gasté. Este negocio necesita mantenerlo muy bien y tenerlo en
un nivel alto conlleva muchos gastos. Mis atracciones tenían que estar,
siempre, en estado de revisión, como cuando las compré. Si no nuevos, lo mejor
cuidados posible. A la postre, son los que te dan de comer.
Lo creo, para Fernando Naranjo la feria ha sido más devoción
que trabajo, recordemos que nació en ella. Ahora la mira desde su retiro, la
añora y le disgusta. La solidaridad que siempre hubo entre los feriantes, se ha
debido resquebrajar, despuntan signos de oscuros acuerdos, que le hacen pensar,
que está ocurriendo como en otro sectores del comercio nómada, se esta
convirtiendo en un mundo cerrado. Su hijo quiso volver a la feria, a continuar
la tradición de la familia, pero todo fueron zancadillas y puertas cerradas.
Los que fueron compañeros y muchos de ellos recibieron la ayuda desinteresada
de los Naranjo, ya se habían olvidado. Tuvo que volver, en la feria no tenía sitio,
todos estaban ocupados a causa de una nueva y restrictiva filosofía.
Fernando se duele, pero es optimista.
Sólo son malos
tiempos, que como todos pasaran. La Feria, como las aguas vuelven a sus cauces,
una vez más, será lo que siempre fue. No puede morir la fraternidad entre los
que llevan la diversión de pueblo en pueblo, como no puede haber un ferial sin
un “palacio de los espejos”, un “laberinto de cristal”, una caseta de “tiro al
blanco”, un circo y por supuesto una buena pista de “autos de choque”.
Dimos término al café y pedimos unas cervezas, la
conversación fue larga y me hubiera gustado que lo fuera mucho más, igual que haber
podido contársela a usted íntegramente, pero esta publicación ni puede ser un
monográfico ni tiene páginas suficientes para ello.
He de dejar muchas cosas para atrás, quizás para otra
ocasión, pero me niego a sustraerle a
estas páginas, mencionar aunque sea someramente, el largo rato que dedicamos a
la música que ponía en sus pistas.
Cientos, posiblemente miles, fueron los disco microsurcos,
primero de pizarra, de vinilo después, que hizo sonar por los altavoces.
Siempre los últimos éxitos. A mí me gustaba estar en la pistas, con el único
propósito de escuchar las novedades discográficas, que aún tardarían en llegar
Aquí. En una pista de Fernando e Ismael Naranjo, escuché por primera vez, a uno
de
En los cincuenta los
temas de éxito, estaban muchos años sonando, un disco te podía valer para un
montón de ferias, pero al llegar los sesenta, sesenta y ocho, setenta, cada mes
salía uno nuevo, de locura y de ahora ni te cuento.
Posee un colección enorme de discos, quiere venderla pues ya
no tiene donde ponerlos, pues vendió la nave donde los guardaba.
Con los únicos que me
quedaré, serán los de los Beatles, eran de mi época y para ti los de Santana.
Los equipos de sonido, siempre de última generación, eran
los mejores de toda la feria, nunca escatimó en ellos.
La Música. Me
preguntas por la Música. Yo no puedo vivir sin escuchar una melodía. Cuantas
penas ha pasado conmigo, siempre me dio consuelo en los malos momentos. La
Música era tan importante… Iba a decir como la pista, pero no es verdad. Aunque
una pista sin música… No sé, es… como más vacía, menos llamativa. No concibo
una pista de “coches chocantes” sin música, ni ninguna “atracción”
Nuestra charla se paseó por los circos, entre el “Teatro
Chino de Manolita Chen”, del “Teatro Argentino” “Del Soria”, cuando en uno de
ellos fue testigo de los comienzos de Mari Fe de Triana, por aquél entonces
novia de un feriante importante de Sevilla, ó
las primeras actuaciones de Andrés Pajares.
Tantos datos, recopilados durante setenta y dos años, que
dan para todo un grueso volumen y que es posible, si hace caso a mi consejo,
que lo puedan tener en sus manos y disfrutar de su lectura la próxima feria. No
se deben perder los recuerdos de Fernando Naranjo Durán, “El Feriante” por
antonomasia.
Fernando está a cuatro años de
cumplir las bodas de oro de su matrimonio y de su residencia en Badajoz.
En breve, aparecerá un
poemario, que lleva por título “FERIA” en el que Fernando Naranjo, recuerda y
canta a sus tantas y tantas
ferias.