LAS CORRIDAS EN BADAJOZ
Tengo ante mi una fotografía en blanco y negro –por no decir vieja–, en
la que me veo acompañado por mi tía Filo, mi tío Pin, su esposa Leandra, tras
de ella, creo que su padre y a la izquierda –siempre de la foto– mi orondo
abuelo paterno Máximo. No hay que hacer especial mención a que yo soy el niño
guapo con cara de bueno.
Acabo de recibirla vía Internet, que desde Luanco, me remite
mi hermana Mercedes, en el mismo instante que me dispongo a escribir este
artículo, sobre Corridas en Badajoz.
En la imagen, nos encontrábamos viendo una corrida en la
vieja plaza de toros de malos recuerdos, aquella se encontraba donde hoy lo
hace el Palacio de Congresos, que para olvidar también lo hicieron circular.
La vieja plaza, centro de mis entretenimientos en verano,
Toros y Cine.
Habitualmente, dada mi escasa edad, acompañaba a mis padres,
mejor dicho me llevaban, pues seguramente no tenían donde dejarme. Esto ocurrió
hasta la noche, que en la Plaza de Toros proyectaron “El Coloso de Rodas”, que
estaba clasificada para mayores de 16 años R y al faltarme algunos años, no me
dejaron pasar, aún estando acompañado de mis padres. Me encontraba en esa
complicada edad en la que no eres mayor, pero ya no tenías cara de infante.
La “R”, tras 16, significaba “con reparos”. La calificación
sería a causa de las mini túnicas que lucían las chicas, que para lo que no se
veía en la pantalla, por aquellos años, era mucho, tanto que deseabas haber
nacido en Rodas, cuando poseía unas de las maravillas del Mundo y por el
calorcito, la temperatura tenía que ser muy benigna para ir con una ropa tan
liviana.
A partir de ahí, fueron contadas las ocasiones que me
volvieron a llevar al cine. Era pequeño para que me dejaran entrar en ciertas
proyecciones y lo suficiente mayor para quedarme solo.
No recuerdo a que tipo de festejo estábamos asistiendo,
cuando tomaron la foto, si rejoneo, toreo con o sin picadores ó una de las
muchas novilladas que se programaban. Por otro lado, más difícil me resulta su
evocación, después de la cantidad de corridas que vi durante tantos años, desde
muy pequeño tal como certifica la imagen. Antes no existía acotación de edad en
estos acontecimientos.
Conocí, desde la barrera, a grandes del toreo: Antonio Bienvenida, Chamaco, Luis Miguel
Dominguín, Antonio Chenel
“Antoñete”, El Viti, Diego Puertas, Paco Camino, El Cordobés, Palomo Linares,
Miguelín… Hasta asistí a la corrida homenaje, que se le dio en su pueblo de
nacimiento, Bienvenida, al PAPA NEGRO, Manuel Mejias Cápela, precursor de la
saga de “los Bienvenida”. Fueron ellos, sus hijos –Ángel Luis, Antonio, José,
Juan, Manuel y Rafael, los que lidiaron los toros de aquella inolvidable
jornada.
Sí, porque no sólo asistía a corridas de Aquí, ya me hubiera
gustado que todo se hubiera quedado en eso, pero no, pues lo que tenía que
gustarme, por encima de todas las cosas eran las aficiones de mis mayores: los
Toros, el Fútbol y en menor medida la Hípica.
A los toros eran aficionados mis dos abuelos, con ellos, más
con Máximo que con Antonio, iba a corridas que se celebraban en Sevilla,
Córdoba, Salamanca, Madrid y por supuesto Almendralejo, Zafra y Mérida.
Llegué a odiar el olor a bocadillo de tortilla francesa y a
plátano, que impregnaba el interior de aquellos autobuses, así como a los
vendedores de la “fruta canaria” que te la ofrecían por las ventanillas, en
todas las paradas sin excepción.
Lo del Fútbol es para otra historia. Mi padre, gran forofo
del Club Deportivo Badajoz, junto a amigos como Berna de la Calle, Pepe Durán…
no se perdían ni uno, me hizo
socio con tres meses de vida.
Tardé algún tiempo en saber y más en entender, por qué
gritaban tanto e insultaban en especial a un señor, que siempre iba de luto.
Solían decirle cosas sobre su madre, y otras como: ¡Anda que tienes cuernos
hasta en la caja de cerillas!
Atronadora y muy peligrosa fue la jornada que pitó el
partido un tal Ferrete, por poco se lo comen.
Algo que en ni corto entender, no me cuadraba en absoluto,
era ¿para que quería tantos cuernos el señor de negro y cómo podía meterlos en
una caja tan pequeña? Ó… ¿es que se referían a otro tipo de cuernos más
pequeños? ¿Tienen cuernos los grillos? Me preguntaba, durante la eternidad del
encuentro.
Monumental fue el cabreo que se cogió mi progenitor, cuando
al cabo de cinco o seis años de aguantar al decepcionante Badajoz le pregunté,
aburrido y con ganas de salir de allí, qué cuantos goles tenían que marcar para
que se terminara el partido.
Cuando jugábamos en el pasillo de casa, el primero que
marcara diez ganaba, se acababa y si te quedaban ganas te echabas otro.
La Hípica, en particular el “Salto”, era gusto de mi abuelo
Antonio, lo acompañaba de vez en cuando y no llegué a ser un entendido.
No ocurrió lo mismo con los Toros, aprendí y me aficioné,
incluso quise ser torero. De hecho, he llegado a torear en alguna que otra
capea, hasta que me puse, por aquello de probar, delante de un toro toro, de
esos que hoy lidia Talavante.
¡Jozú! Que grande era aquello. Así siempre creí que los
toreros, por regla general, eran muy bajitos, nunca me pude imaginar el volumen
de esos animales. Los había toreado de pequeños y vistos siempre con la distancia
suficiente, que no te dejaba aforar con mucha exactitud.
¡Que bicho! Cuando echaba el aliento me iba para atrás, ya
no sólo por el miedo que me daba verlo, armado con aquel par de pitones,
cuerniveleto y aquellos dos ojos negros con los que me miraba como si estuviera
haciendo puntería, grandes, muy grandes, que no sé porque me hizo pensar en la
canción: …que bonitos ojos tienes, debajo de esas dos cejas… Incluso creo que llegué a tatarearla, a causa del
pavor. Hasta la lengua daba miedo.
Luego, por la noche, ya limpio y en la cama llegué a pensar,
que aquella enorme lengua la sacaba burlándose de mi, el muy…
El caso es que aquella noche soñé con él, al igual que las
siguientes en mucho tiempo.
Este hecho no fue el que me quitó las ganas de ser torero,
eso lo obró un refrán que decía mi abuela: A las prostitutas y a los toreros
a la vejez los espero. No era nada
halagüeño quedarse sin “Pensión”, lo mismo que puede ocurrir en un futuro muy
próximo, sin haber sido ninguna de las dos cosas.
Era sólo, una equivocación de mi abuela que me transmitió a
mi, pues ya se sabe como viven esas dos profesiones en estos días.
De pequeño sufrí varias equivocaciones, que me han marcado la vida. Tampoco quise
el futuro profesional que proponía mi padre, el de ser ingeniero de algo.
No sé o no recuerdo el por qué, pero estaba firmemente
convencido que los ingenieros eran los taxistas, profesión muy honrada, pero en
la que se ganaba poco y tenías que aguantar e ir a los lugares que te ordenaban
los clientes, la mayoría ricos y poco generosos. Estos fueron otros dos errores
más.
Mi paciente padre, ante la negativa de ser ingeniero de algo
–Telecomunicaciones, Aeronáutico, Industrial ó aquella que tenía que ser
dificilísima: de Caminos, puertos, puentes y canales y no de algo como un
“Forito”, un “Pato”, un “Camello” o un “Aiga”–, me hizo una nueva proposición:
La de profesar el sacerdocio, estudiar en el Seminario, que para él resultaría
menos gravoso y estaba de moda. No lo de ser cura, lo de estudiar en el
Seminario Diocesano, de más allá del final de Badajoz. Estaba lejísimo. En el
mismo lugar que en la actualidad, pero entonces era más lejos.
La verdad, no me veía yo ataviado de “mini cura”, andando en
fila india, como pude observarlos algún domingo y fiestas de guardar, cuando
los sacaban a todos juntos a dar un paseo. Nunca he sido demasiado gregario,
por otra parte, el atuendo no era precisamente de mi gusto, incluido el
sombrero.
La “Vieja” Plaza de Toros, como está leyendo, tenía mucho
más uso que la actual de Pardaleras. Incluso había corridas nocturnas,
generalmente novilladas. Como por ejemplo, aquellas del mismo corte y
finalidad, que se celebraron en “La Ventas”, que fueron retransmitidas por
Televisión Española, “Las Corridas de la Oportunidad”, a través de las que se
dio a conocer Palomo Linares. Aventura que fue recogida en la película “Nuevo
en esta plaza”, que por supuesto se proyectó un verano en la pantalla de la
Plaza de Toros.
En las nuestras, no recuerdo que saliera ninguna figura,
pero tengo los nombres y las imágenes de dos de los muchos que probaron suerte:
Francisco Ruiz El Parismeño, nombre artístico extraído de su segundo apellido,
por lo menos así es como lo conocian es su barrio: Paris, que bien podía haber
sido El Parisien o El Parisino, pero ya sabemos como va esto de la Fiesta.
Lo recuerdo bien, alto, delgado, jovial. Vivía en uno de los
bloques del Puente Nuevo, el “B” con toda seguridad, detrás del Auditorio. No
sé nada de él en la actualidad, le perdí la pista hace ya mucho tiempo.
Otro, que logró cierta fama, no por buen diestro
precisamente, fue el de Castuera, Blas Romero, apodado “El Platanito”, que se pasaba más
tiempo en el aíre o rodando sobre el albero que toreando. Mejor que corrida, el
espectáculo se podía denominar: “Cogidas”.
Cuentan, las lenguas, malas lógicamente, que una tarde mala,
como todas pero esta más, tras haber sido revolcado, elevado, corneado y
mordido por un novillo de Arcadio Albarrán, cuando por el callejón lo llevaban
en volandas a la enfermería, hecho un auténtico ecce homo, iba diciendo
repetida y entrecortadamente: Que me den la oreja, que me den la oreja.
Un espectador, sorprendido ante la petición del novillero,
le espetó: ¡Desgraciado! Con lo mal que has estado, ¿cómo puedes pedir la
oreja del animal?
A lo que ”El Platanito”, elevando la voz todo lo que le
permitieron sus maltrechas costillas, aclaró: No, la del bicho no, lo que
quiero es que me den la mia que la lleva el toro en la boca.
Seguramente no sea cierta la anécdota y sea más chiste. Puede que ocurriera con él lo mismo que
con Perico Repulgo.
Aunque distinto, ocurrió algo parecido con un torero, que
fue igual de admirado que de odiado, pues seguidores y detractores compartían
ambos sentimientos, un misterio como el de la Santa Trinidad, este era Curro
Romero, seguido por un gran numero de aficionados allá donde toreara, ansiosos
por ser testigos de una faena, como las que alguna vez le salieron.
En Badajoz tuvo muchas, las tardes Aquí se le daban bien.
Siempre que le gustara el toro, sino…
Como en aquella ocasión que le tocó un Miura con pinta de
tener muy mala leche.
–¡Quillo! Ponme el bicho a la jombra. Ahora ponemelo al
Jol –le ordenó Curro al sobresaliente de su
cuadrilla.– A la jombra, al Jol.
Así en incontables ocasiones, que si al Sol, que si ahora a
la sombra y a la décima, un tanto mareado, cansado y sin entender aquellas
maniobras, el sobresaliente le dice:
–Maestro, ¿no sería mejor ponerlo entre el jol y la
jombra? Por otro lado “el respetable” se esta mosqueando cantidad y er presidente tiene el pañuelo en la
mano.
–¡Qué entre jol y jombra ni ná! Lo que yo quiero es que
avé si entre tanto cambio de temperatura coge una purmonia y se muere solo.
Toros, Cine y conciertos, estos últimos más comunes en el
nuevo coso, el de Pardaleras.
Mecano, Luis Eduardo Aute… No haré la relación más extensa,
prefiero hacer un breve recuerdo a las actuaciones y bailes, que durante las
Ferias, se daban en los parques de la ciudad, especialmente en los de La
Legión, el Casino en el de la derecha y El Club Taurino en el de la izquierda.
En el del Casino vi y escuche a grandes figuras nacionales, Masiel, Lola Flores,
Fernando Esteso… Pero de aquella, recuerdo que me gustaba ya más en baile con
música lenta. También se celebró alguna en el de eñorto.
No sé porque se me viene también a la memoría, la discoteca
que tenía en el sótano “El Mesón del Labrador”. Estaba situado en la esquina
que hoy ocupa un bar, eñort creo que se llama. La recuerdo oscura y poco
frecuentada, ¡perfecta!
Conciertos en la plaza de toros y el Vivero, el campo de
fútbol en el que tan pocas alegrías tuvieron los aficionados pacenses. Pero
volviendo a lo que estábamos, conciertos, que bien podían haberse celebrado en
el Auditorio “Ricardo eñorto”. Supongo que sería por cuestiones de aforo.
El Auditórium del Parque Infantil, cuanto aprendí en él. Sentado en las incomodas
sillas plegables, de las que estaba dotado eventualmente, contemplé grandes
obras de teatro, interpretadas por las mejores compañías como la “Lope de Vega”
ó “Amadeo Vives”, con los mejores. Actores del momento. Siempre recordaré
aquella interpretación de José Bódalo, como el moro – judío Almudena, en la
adaptación teatral de la Obra de Benito Pérez Galdós “Misericordia”.
Antonio, “el bailarín”, Antonio Gades, Ismael… Zarzuelas,
ballet… Todo ello encuadrado en lo que se denominaba “Festivales de España”,
que dirigía José Tamayo y auspiciados por la Dirección General de Cultura
Popular y Espectáculos del Ministerio de Información y Turismo, con el
patrocinio del Ayuntamiento.
Mientras pude no me perdí ningún espectáculo, incluso los de
bailes regionales, que llegaban a parecerme tediosos.
No es mi intención, con estos recuerdos, la de comparar las
ferias de antes con las de ahora. Sí diré que aquellas ferias, las que ya
pasaron las disfruté mucho más. Para mi eran todo un descubrimiento anual, con
aquellas edades…
Me gustaba sentarme junto a las pistas de los “coches
chocantes” y escuchar la música que emitían sus altavoces a todo volumen. Eran
los últimos temas, lo que estaba de moda e incluso lo que no había llegado aquí
aún.
Lo sé, hoy también ocurre lo mismo, pero no son “Gingo”,
“Black Magic Woman” de Santana ó “Get Back” de Vétales ó incluso el “María
Isabel de Los Payos. ¿Recuerdas, Fernando Naranjo?
Todo era casi igual pero mejor, no había tanto parque
temático, ni muchos podían ir a Florida a ver “Disneyland”, la Feria eran, sólo
unos días al año y éramos más de pueblo.
Debo estar haciéndome mayor.
Tampoco estoy evocando con nostalgia, pues son cosas que no
he perdido, las tengo conmigo, en mi recuerdo, entre todos esos momentos que he
vivido.
A todo esto, me doy cuenta que lo único que he hecho es
divagar, que de las corridas, he tratado poco, o…¿no? Bueno, en otra ocasión
quizás. Por otro lado hay expertos como los Masedos, padre e hijo ó Manolo
Cáceres. Les dejaré a ellos la cuestión, será mucho mejor.
Por mi parte ya sólo me queda decirle, que ha sido un placer
echar un rato con usted.
¡Bueno! Una cosa más: Que tenga una buena Feria.
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