-¡Oh, oh, oh que viene fulanito, el de la tele!
-¡Vamos, vamos…!
PRESENTACION
JOSÉ MANUEL DÍEZ
“BAILE DE
MÁSCARAS”
José Manuel Díez en la presentación de libro de poemas |
EL
ESPACIO INFINITO EN LOS OJOS HUECOS DE UNA MASCARA EN EL INTERIOR DE UNA CAJA
DE MÚSICA Ó EL POCO INTERÉS QUE DESPIERTA EL NÚMERO PHI EN LOS FILOLOGOS.
“Vigilando te espero,
diosa negra, en la altura
del monte del silencio por
luz desforestado;
de torres de otro tiempo
poco a poco vertida
sobre una paz sin dueño…
cual esta, tuya y mia.”
Esta estrofa fue la primera
que leí y me dio a conocer a José Manuel Díez y a su poesía. Estrofa con la que
comienza la composición titulada: “Diosa negra”, que ganó el premio de “Poesía
Joven del Otoño Literario y Solidario”
Un galardón que no lo recibía
con su pasaporte literario vacío, en el ya figuraban varios visados, como el
premio de los “Juegos Florales de Don Benito” del 2001 ó el segundo del “Luis
Chamizo” de Cáceres del año siguiente.
Terminaba el otoño de 2003,
José Manuel disfrutaba de 25 años repletos de las ilusiones típicas en esos
tiempos, pero una de ellas con más intensidad: la literaria, que no sólo
pululaba inquieta en su mente.
Poesías, relatos, ensayos…
retozaban también por los cajones de su armario, mesa, paredes, techo, bajo y
sobre la cama de su habitación. Una pasión que contrajo a muy corta edad.
En un lugar especial del
mejor anaquel de su estantería, junto a títulos de Cortazar, Goytisolo, Neruda,
Ginsberg o Jack Kerouac reposaban, con la paciencia del corredor de cien metros
lisos por llegar a la meta, tres poemarios esperando a ser impregnados por el
aroma de la tinta de imprenta. El perfume que todo escritor quiere para sus
letras.
Y ese momento llegó, no podía
ser de otra forma, el apreciado olor pudo disfrutarlo el 2004, en un poemario
editado por Lusitania Ediciones, con el parco título “42”, sin más, sin letras,
sólo dos guarismos, un 4 y un 2.
Un título, que algunos
pluriempleados a costa de la “Cultura” y críticos sin marchamo, estimaron poco
poético.
En buena parte soy culpable
del inusual titulo, inusual como los versos con los que están compuesta la
Obra. Algo original, para algo nuevo, fresco, con futuro.
Aún no se ha hallado una
nueva forma de titular a este estilo. Particularmente lo llamé Cluk, una
onomatopeya del sonido que producen las tarjetas de crédito, al arquearlas y
soltarlas como una catapulta, “la generación de las tarjetas de crédito”.
José Manuel nació en 1978,
casualmente en ese mismo año, comenzaron a operar las tarjetas en nuestro país.
Tras “42”, le quiso dedicar
más tiempo a la Música, sin robárselo a la Poesía, pues la mayoría de las
letras de las canciones que interpreta su grupo, “El Desván del Duende”, están
compuestas por él.
La relevancia que obtuvo el
grupo, y que sigue en aumento, me hizo temer la pérdida del Poeta. Por suerte,
tal estrago no aconteció y en el 2005 recibimos la noticia que era el ganador
del “Ciudad de Cáceres de Poesía”.
En esta ocasión el título
resulta más poético: “La Caja Vacía”, que veríamos impreso, al año siguiente,
en un libro editado por “Visor”. Un volumen, negro como un frac, que lucia en
la portada su nombre, aunque poético inexacto. Inexacto, porque aquella portada
no daba paso al vacío de la nada, aquellas páginas estaban llenas de una
calidad poco habitual, impregnadas por la amistad, recuerdos, vivencias,
experiencias y una fundada sospecha de que el autor no daba por terminada su
carrera, con esta Obra ni con este premio.
Un premio que no le hizo
perder el norte. No arrió sus velas, la travesía tenia que continuar con un
rumbo fijo, que lo alejara lo más posible de los comienzos. Deteniéndose,
solamente el tiempo necesario, en los puertos que aportaran más
conocimientos.
Siguió cantando y componiendo
canciones, conservando ratos para la Poesía. Ratos imposibles entre concierto y
concierto, entre largos viajes.
Rato a rato han transcurrido
ocho años, que en él hacen 35, que poco pesan, pesa más su experiencia y su
cultura. Ya es poeta consagrado, olió en dos ocasiones el aroma de la tinta de
imprenta.
Pero el periplo tiene que
continuar.
La tapa de la caja se ha
vuelto a abrir y de nuevo huele a tinta. La noticia no sorprende: Ganó un nuevo
premio.
Nos sorprendería, sabiendo
que se presentó a un certamen y no lo ganara.
Un nuevo libro y un nuevo
premio.
Esta es la causa de porque
nos encontramos Aquí un Mayo más, presentando un nuevo poemario de José Manuel
Díez, que también ha ganado un premio.
Un premio que es diferente,
que el perfume se me antoja de mejor tinta, será por el galardón, o los poetas
que lo recibieron anteriormente. Es el premio más importante de Poesía en
lengua española, el “Hiperión” (quizás lo acompañe el “Adonais”), en esta
edición con un jurado de gala; si esto de la Literatura funcionara como el
fútbol, sería la alineación que cualquier seleccionador querría tener.
–Luis García Montero,
–Raquel Lanseros,
–Benjamín de Prado,
–Francisco Castaño y
–Jesús Munárriz.
Estos fueron los componentes
del jurado, que falló por unanimidad la Obra que hoy se presenta.
Quizás estén ustedes pensando, que la mención de los componentes del jurado bien podía habérmela
ahorrado, que solamente se les suele mencionar cuando se fallan los premios y
en algunas notas de prensa. Sin embargo pienso que el dato posee una gran
importancia, quizás más que otros que rodean a cualquier premio, si
exceptuamos, claro está, al número de lectores.
Demostrando lo dicho me
remitiré a una practica denostada por Paco Umbral, la de recurrir a los
refranes. Pero en esta ocasión, creo que me lo pasaría por alto.
Dice un antiguo proverbio,
que acabo de inventarme ahora mismo:
Háblame del jurado y te
diré el premio que te han dado.
Benjamín de Prado, felicitó a
José Manuel y le hizo una confidencia: “Tu elección ha sido un paseo
militar. ¡Estaba cantado!
A partir de este momento.
¡por fin! hablaremos del libro, hablaremos sobre este “Baile de Mascaras” del
que tanto hay que analizar y decir. No, no se preocupen, no seré yo quién lo
diga todo y ahora. Muchos serán los que lo hagan y durante mucho tiempo.
Este poemario, que ha sido
gestado durante largo tiempo, nos trae a un José Manuel Diez mucho más
profundo, mucho más culto, más reflexivo en unas páginas en las que despliega
con gran soltura, un abanico de treinta y nueve escenas, que transcurren en un
periodo de algo más de siete siglos, que bien podían haber ocurrido en la
realidad para más gloria de la Historia y sus protagonistas. Expresados con
palabras en las que brilla una musicalidad impecable, que logra envolver el
ánimo. Repletas de simbolismos y claves, como de un suave adorno crítico.
El autor nos invita de nuevo
a que pasemos al interior de la caja, en esta ocasión caja de música, en la que
se celebra un baile. No es carnaval, pero todos los asistentes llevan mascaras,
caretas que juraría son sus propios rostros. Sí, son ellos, aunque digan cosas
que no dijeron jamás, hasta ahora en estas páginas.
Cincuenta y siete personajes
con más o menos fama, alguno sin ninguna, al menos para mí, a través de los que
el autor ahonda en el alma del hombre. Pasajes que comienzan con el poeta persa
Muslih Ud – dim Saadi, para finalizar con el dramaturgo y también poeta Derek Walcott.
Entre ambos unos como Van Gogh, Puskin, Ginsberg, Salvador Dalí, Neruda… otros
nada famosos, hasta ahora, tal un señor de Zafra de nombre Manuel Galán.
¿Mas qué importa el número y
quienes son? A la postre todos estamos representados en ese baile, para el que
no necesitamos máscaras, es suficiente nuestro propio y versátil semblante, que
podemos cambiar según el momento o nuestro interés, según la situación al igual
que haríamos con las caretas.
El acre olor a tinta de
imprenta, parece endulzarse, un halo con aroma a sándalo envuelve la caja de
música. Ahora, en su interior, quienes bailan son las páginas que guarda. Ya no
hay máscaras, nos dejan ver sin restricciones sus secretos, sofismas, las
tristes coplas, sentencias, al Oriente…
Un escenario siempre
cambiante, viajes a tantos y tantos lugares, desde tantos y tantos sitios.
Postales de tiempos remotos, escritas en su adverso con palabras combinadas de
formas nuevas, que el autor envía a nuestros sentidos.
Cuando cerremos la caja
dejará de sonar la música, pero no quedará muda, ni olvidada en un estante con
los libros que leímos y no leeremos nunca más. Ya son sólo lomos con títulos
dispares, aprisionados unos contra otros, como si fueran trofeos, como cabezas
disecadas de presas abatidas. Trofeos sólo eso, trofeos. No ocurrirá lo mismo
con el contenido de esta caja, pues vendrá con nosotros, quedará en nosotros y
la volveremos a abrir buscando nuevas enseñanzas, nuevos matices, desentrañar
los misterios que se nos resistieron en lecturas anteriores ó simplemente, por
recordar lo ya leído.
En “Baile de Máscaras”, su
autor abre de par en par las ventanas permitiendo que un aire limpio ventile la
Poesía.
Sí, “Baile de Máscaras”
también es eso, aire nuevo, una nueva forma de hacer llegar el poema a la
gente, que le devolverá a los lectores el gusto por la Poesía.
Con “Baile de Máscaras” no
estamos asistiendo a la confirmación de su autor, estamos siendo testigos de su
reafirmación como tal, verdadero poeta.
Les recomiendo que se hagan
con un ejemplar, no les defraudará.
Y por tu éxito y mi reconocimiento particular, quiero
finalizar haciéndote entrega de mi estilográfica, que estoy seguro que en tu
mano será de gran provecho.
Juan Antonio Méndez del Soto
Once de Mayo de 2013
GRACIAS SIEMPRE, AMIGO JUAN ANTONIO.
ResponderEliminarUN FUERTE ABRAZO.