miércoles, 31 de octubre de 2012

MIEDO / ARRÓPAME MADRE, AUNQUE NO HAGA FRÍO

Hoy, ya es Halloween, esta es la razón por la que te hago una nueva entrega, la última narración, de las dedicada a esta fiesta, que copiamos a los estadounidenses. Es lo que más nos gusta: fiestas, muchas fiestas y poco más.
Hace ya años, recuerdo, que Aquí, o al menos en pueblos cercanos, se celebraba el Día de Difuntos, el 2 de Noviembre, tras el de Todos Los Santos. Se calaban melones y sandías, tal como ahora se hace con las calabazas, y se iluminaban interiormente con una vela, para pasearlas al oscurecer. Había quienes se disfrazaban de fantasmas, no con la intención de ir por las casas preguntando: "¿Regalo ó truco?. lo hacían con la "mala leche" de asustar al prójimo.
Bienvenido sea Halloween, si es para hacer un día de nuestras vidas más agradables y los niños se diviertan. Mañana regresaremos a la terrorífica, horrorosa realidad del paro, la crisis… Que esas cosas sí  que dan miedo.


Miedo

ARRÓPAME MADRE, AUNQUE NO HAGA FRÍO







Cuentos Cotidianos XI

Gracias. Gracias a que por fin haya terminado el día de hoy. Sólo gracias, desconozco a quién dárselas, si a la Tierra por su movimiento de rotación alrededor del Sol ó al Hacedor de todo este entramado de cosas que giran unas en torno a otras. ¡Qué más da! El caso es que finalizó la jornada. Eso exclamé tras cerrar la puerta de mi casa, pero…

No sé la razón por la que, esta mañana tras levantarme, pensé estúpidamente que iba a ser un gran día.
Un día entre el tedio y el cabreo exógeno, pero de padecimiento endógeno. A veces te tienes que comer los improperios, que con mucho gusto le dirías al gilipollas de turno.
A media mañana llegó, nuevamente el imbécil del sobrino del presidente de la editorial, en esta ocasión para que leyera lo último que ha escrito, por decirlo de alguna forma que se entienda, porque lo que es escribir… Bazofias, que no sólo tengo que leer, pues debo aconsejar su publicación. Edición que nadie compraría, estoy completamente seguro, como que solamente él y yo seríamos los que la leyeran , ni siquiera su tío lo haría. Puede que su abuela mirara la portada y la dedicatoria, pues a ella iba dirigida. Ella, a la postre, es la que ordena, es la dueña absoluta de la empresa.
El trabajo está difícil, he de velar por mi puesto. Pero esta cobardía interesada, no impide que internamente me subleve y aunque no lo diga lo piense. Ya sé, no deja de ser una cobardía.
Leí, por encima, las mal empleadas hojas del mamotreto, en presencia del “sobrinito”, quería con urgencia mi opinión. Un “novelucho del Oeste”, quizás plagiado a alguna de las historias de Marcial Lafuente Estefanía, llevada a la Grecia de los Dioses. Algo, con mucho sexo, que enfrentaba a Hércules con Las Parcas, y según pude leer, ya casi alucinado, Hércules enamorado desde el primer capítulo de Cloto, pretende que deje de hilar al lado de sus hermanas, a lo cual estas se oponen. Con su espada mata a Láquesis y Átropos, aquella que corta la hebra, la vida, se deshace de ella estrangulándola.

Tras estos regalos, de la inmortalidad y la juventud eterna, al hombre, cosa de lo que la “criatura” no se percata, seguramente porque ni sabe a que se dedicaban Las Parcas, se ve a Hércules y a Cloto cabalgar hacia la puesta de sol, mientras un pastor interpreta una bella melodía con la citara.
Muy bonita, muy bonita, le dije intentando que no se me dibujara en la cara ni la más mínima muestra de hipocresía. El costo para mantener el puesto es oneroso. Después el remordimiento y la impotencia te corroen y hacen que la úlcera, de la que no te acordabas, te diga que continua ahí. El tedio, la abulia llenan el resto del tiempo de trabajo.
Y llegó el atardecer, quizás Luisa cambiara el signo del día. Llegó tarde a la cafetería en la que nos dimos cita y sin esperar a que le pusieran la copa, me montó una bronca de esas "para que se entere toda la concurrencia", casi gritando y gesticulando.
Que era un canalla, un ser lascivo, un mal tratador psicológico… Que le habían dicho que me habían visto con una, con otra…
Que me propinó una bofetada y se largó. Yo me quedé con las miradas reprobatorias de la concurrencia. Tendrá el periodo, me dije buscando algún consuelo.
Tardé muy poco en marcharme del establecimiento, tras abonar lo no consumido y seguido por los ojos de los observadores y alguna que otra sonrisa.
No quise arriesgarme a ir a otro lugar, que no fuera mi domicilio.
Entré en mi casa y cerré tras de mi la puerta, como si se tratara del puente levadizo y el rastrillo de una fortaleza, que me ponía a salvo de la inclemencia exterior, de aquél aciago día.
Gracias. Gracias a que por fin haya terminado el día de hoy. Sólo gracias, desconozco a quién dárselas, si a la Tierra por su movimiento de rotación alrededor del Sol ó al Hacedor de todo este entramado de cosas que giran unas entorno a otras. ¡Qué más da! El caso es que finalizó la jornada. Me dije.
Llené una copa con coñac. Me apetecía un güisqui, pero la botella estaba vacía.
Por un momento pensé tumbarme en el sofá y ver un rato la televisión, pero cambié inmediatamente de pensamiento, si conectaba el aparato mil problemas ajenos invadirían mi salón, entraría el “mundo”, al que hacía unos minutos le cerré la puerta, entre las paredes que me protegían de él. Decidí acostarme temprano.
Dejé la ropa sin doblar sobre una silla y tras apurar la copa, me encaminé hacía la alcoba. Desnudo me sentía más libre y liviano, parecía como si todos los contratiempos hubieran quedado junto a la ropa, sobre la silla del salón.
Abrí la puerta del cuarto, ¡la luz estaba encendida! Pero aquella luz no la conocía, era una luz tenue y generaba una ilusión que hacía que todo pareciera difuminado.
Comprobé con la mirada todos los puntos de luz de la habitación, todos estaban apagados y no pude localizar de donde procedía aquel claroscuro.
Me sobresalté, al descubrir un bulto sobre la cama. Con cautela anduve un par de pasos cortos, agucé la vista al máximo, mis ojos aún no se habían habituado a la extraña luz. Logré vislumbrar bajo las sábanas de satén negro, la geografía del cuerpo de una mujer. Un cuerpo de mujer perfecto. Me turbe. ¿Qué hacía sobre mi cama? ¿Quién era? Aquella mujer exuberante, extraordinaria, ¿cómo penetró en la casa?
Me acerqué un poco más a la placentera visión  y dejé que mi vista recorriera aquel cuerpo extraordinariamente esculpido en el satén. Sus piernas largas, mas bellas que las de las Venus clásicas. El pubis, se dibujaba con una claridad que parecía premeditada. Por un instante sentí vergüenza, por el descaro con el que estaba mirando, pero no aparté mi vista y continué hasta los pechos y sus cimas.  La figura se movió y habló: Ven, yace aquí, a mi lado.
No reconocí aquella voz, que sonó extrañamente lejana y cercana a un tiempo, como si el sujeto que te habla lo vieras en la lejanía, pero oyes lo que te dice como si lo hiciera junto a tí. Sensación que achaqué, a un extraño efecto producido por un pequeño sonido gutural en la voz.
No puedo precisar con exactitud el sentimiento que me embargó, ¿quizás miedo? ¿curiosidad? ó… simplemente: la líbido, por encima de los temores. ¿Estaría en mi cama para alegrarme lo que quedaba del día? ¿Una amiga? ¿Luisa?
Luisa no. Luisa, no es que estuviera mal, pero no poseía aquel cuerpo.
–Ven ya, no puedo dedicarte mucho tiempo.
En esta ocasión estuve seguro, su voz no me llegaba a través de los oídos. El miedo se acrecentó, pero mi libidinosidad  era mayor, el deseo de rozar su piel me llevó a acostarme junto a ella.
Me miró. Su rostro era bellísimo, haciendo honor al resto de su cuerpo. Sus ojos grandes, y oscuros como la noche fijos en mi, como dos “agujeros negros” que podían absorber todo lo visible e invisible. Sentí frío, me abracé a ella buscando su calor. Inmediatamente retrocedí, estaba fría, helada. Un frío marmóreo, mortal.
Aterido y temeroso, le pregunté: ¿Quién eres?
Ella me susurro: Soy Átropos, la tercera de Las Parcas.
Sus grandes ojos absorbieron toda la luz, y también mi vida. 





JUAN ANTONIO RGUEZ MÉNDEZ

jueves, 25 de octubre de 2012

Horror/ CANDIRÚ, EL VAMPIRO


Horror
CANDIRÚ, EL VAMPIRO.
Cuentos Cotidianos IX

La prensa no lo ha dicho, quizás para evitar la alarma social, aunque la verdad es que me extraña mucho, más como están las cosas. Hay que vender, evitar perder lectores, audiencia… Lo más probable es que ni se hayan enterado. Este tipo de cuestiones los gobiernos suelen silenciarlas férreamente. Dicen que por evitar el caos, pero para mi que es por ponerse ellos a salvo antes que nadie, sin complicaciones.
Pero no se preocupe. ¡No! Se lo diré cómo tiene que hacerse, diciéndole la verdad: preocúpese y mucho. No queramos suavizar la gravedad de los acontecimientos. Le contaré, para que se ponga en alerta, todo lo que sé de este terrible asunto, que ha comenzado hace ya treinta y tres días, cuando se descubrió, el que se supone que fue, el primer caso de los más de setecientos que se conocen y silencian hasta la fecha.
El infierno por el que tuvo que pasar la familia R.D., casi con toda seguridad, comenzó el 31 de Agosto, festividad de San Aidano de Lindisfarne, durante la pequeña fiesta de celebración de la onomástica del padre de la protagonista de esta crónica, Aidano D.P..    
Marta D.H., según el testimonio del único superviviente a los hechos, el hijo menor Federico Aidano R.D., comenzó a notar que del frigorífico le faltaban, al poco de comprarlos, todos los embutidos: chorizo, mortadela, jamón…
Hizo sus indagaciones, pero no halló a ningún culpable entre los miembros de la familia: su marido y sus dos hijos.
Ellos, no poseían ni gatos ni perros, que bien podrían haber sido los causantes de la desapariciones. Solamente tenían un solitario pez de no más de seis centímetros, que tristemente vivía en una pequeña pecera esférica.
El pez, con un aspecto asqueroso, lo trajo un amigo del hijo mayor, desde el Amazonas.
Jonatan R.D., que es como se llamaba el primogénito, hacia gala de un gusto muy marcado por lo “Gótico”, iconografía y modo de vestir incluidos, posiblemente por esto su amigo le regaló ese pez, conocido por “Pez Vampiro”.
Lo que desconocían ambos, es que el asqueroso bicho, al que lo llaman de diferentes maneras: Canero, Carnero, Urethra fish o Penis fhis, era un Candirú. Un parasito en toda regla, no sólo de otras especies acuáticas, también de seres humanos. Muchas han sido sus víctimas, que tras bañarse o vadear algún río amazónico salieron con un candirú aposentado en la uretra, el ano o la vagina. Lo cual demuestra la “mala leche” del espécimen, que tras violar y acomodarse en esos lugares tan delicados de nuestro cuerpo, despliega sus espinosas aletas y se ancla de tal forma que es necesario la cirugía, mediante una extracción denominada “Cistotomía Suprapúbica”, para desalojarlo.
De todos modos y pese a ser un parásito que se alimenta de la sangre de sus víctimas y según historias las devora poco a poco desde dentro, nadie se imaginaba a aquel “fideo” saliendo de la pecera, abriendo la puerta del refrigerador y comiéndose una salchicha de Frankfurt.
No había culpable, todo un misterio para doña Marta D.H., mayor cuando las desapariciones fueron a más, si bien dejaron de desaparecer los pequeños embutidos, comenzaron a faltar los filetes de ternera, la carne picada, solomillos, en resumen: la carne cruda. Tampoco le fue posible encontrar al causante de las sustracciones.
Una noche, la despertaron los truenos de una fuerte tormenta. Los relámpagos iluminaban el dormitorio, a través de las rendijas de la persiana.
Marta D.H., entre trueno y trueno, creyó oír un extraño ruido, que provenía de la cocina. Palpó la cama a su lado derecho,  buscando el cuerpo de su marido. No lo encontró, su lugar estaba vacío y frío. Un incómodo escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Con cautela abandonó el lecho y, haciendo acopio de todo su valor, se dirigió a la cocina, con la única iluminación que le proporcionaban los relámpagos. Allí,  seguramente podría despejar la incógnita de las extrañas desapariciones y encontrar al culpable.
Intentando no hacer ni el más mínimo sonido, miró por el resquicio que dejaba la puerta entreabierta, sólo pudo vislumbrar y gracias a una luz tenue, que intuyo era la del frigorífico, la pecera y un poco más a la izquierda el comienzo de la encimera…  Como si una vara le diera fuertemente en el rostro, se dio cuenta: ¡La pecera! ¡vacía! ¡El asqueroso pez no se encontraba en ella! Un relámpago, al que de inmediato siguió un fuerte y prolongado trueno, se lo confirmó iluminando la pecera.
Empujó para intentar ver un poco más. Efectivamente, como lo había temido la puerta del electrodoméstico estaba abierta, formando un ángulo de 90 grados, que le impedía ver que era lo que producía aquellos ruidos. Sonidos que se asemejaban a los que suelen emitir las bestias cuando devoran a sus presas.
Le era imposible imaginar a su esposo, haciendo semejante guarrería, pero…
Si su marido no era… ¿Quién provocaba aquellos ruidos?
¡El pez! Inmediatamente un agudo y frío temor se clavó en su cerebro, que la llevó a un estado cercano al pánico. Si el autor de los acontecimientos no era su marido, ¿dónde se encontraba? ¿Qué clase de extraño ser era el pez?
Ya había advertido, la primera vez que lo vio, que era algo desagradable, exento de toda gracia. Su cabeza le pareció más de un alienígena que la de un pez.
No se sentía bien, mientras cocinaba, con aquella criatura mirándola. Sí, porque tenía la completa seguridad que aquél bicho la miraba, continuamente.
Otras veces no lo veía en la pecera, quizás por algún fallo del cristal, ó habría saltado como había observado que hacían otros peces. Esto último la alegraba, si saltó y cayó al suelo, seguro que moriría. Pero no, al rato volvía a mirar y allí estaba, mirándola fijamente. ¿Sería un bicho anfibio?  
Un nuevo sonido la sacó de sus evocaciones y la situó de nuevo en aquél indeseado presente.
Como mejor pudo, penetró en la cocina por el estrecho hueco, no quiso abrir más. Lentamente rodeo la puerta del refrigerador hasta encararse a él. Amagó un grito e instintivamente colocó sus manos delante de la boca.
No podía definir aquella silueta amorfa, que a contraluz le dejaba ver la luz interior del electrodoméstico. Podía ser el candirú, pero era demasiado grande. ¿Podía cambiar de tamaño? Y su marido ¿dónde estaba?
La silueta se movió y creció hacia arriba formando el contorno, ahora bien definido de un hombre, que lentamente comenzó a girarse hacia ella.
En esta ocasión no pudo evitarlo y un grito de pánico abandonó su garganta. Lo que estaba viendo la aterró, era imposible y asqueroso. Dio dos pasos hacia atrás, intentado evitar el vómito. Aquella escena le hizo creer que estaba soñando, que continuaba dormida. Más que creerlo lo deseó.
Pero no era así, aquel momento era cierto, Paco Luis R.V., su marido, se encontraba frente a ella devorando un hígado de cerdo crudo.
Paco Luis R.V., al verla, depositó parsimoniosamente lo que quedaba de la víscera en el frigorífico; instante que aprovechó Marta para correr hacia donde se encontraba el interruptor de la luz y la encendió. La claridad le mostró el rostro de su esposo, desagradablemente manchado de sangre, que dibujó una sonrisa maligna.
–Ya lo sabes. Se acabó el misterio. Soy yo el que se come las cosas. –dijo mientras se acercó a ella –Estaban todas tan frías, incluso el inmundo pez, que al decir verdad no me lo comí, se suicido, pues se me escapó de la mano y se tiró como loco dentro de mi garganta.
Ella no dijo nada, no podía hacerlo, las repetidas nauseas se lo impedían. Él colocó su sucia mano en el cuello de Marta D.H.
–Estaban tan fríos… En cambio tú…
La tormenta se encontraba en su apogeo sobre el barrio, solo se escucharon sus truenos.
Federico Aidano R.D., el hijo menor, como recordará, y superviviente, me completó la narración.
Su hermano se despertó y fue hasta la cocina, donde vio a su madre descuartizada, a su progenitor devorándola y tras darse cuenta que su pez no estaba en la pecera e intuir que su padre había hecho con él lo mismo que hacía con su madre, lo recriminó duramente y empleó varios “tacos”. Su progenitor, muy cabreado por la falta de respeto y el léxico que empleó, saltó sobre Jonatan R.D., que terminó como su pobre madre.
Todo parece indicar, que este, al igual que otros casos detectados, son causa de un virus, aún sin determinar. Los síntomas, siempre los mismos con pocas variantes, comienzan a los seis días de penetrar en el organismo humano, haciéndose más graves y peligrosos entre catorce y dieciséis días. Los científicos temen que mute y pueda transmitirse a través de la saliva y otros fluidos corporales. 
Hasta el momento se han detectado ejemplares del “Zombi Muntaner Bofarull”, que así lo han llamado sus descubridores, en el contenido de ciertas botellas de productos vinícolas con burbujas, procedentes de una determinada región, que sin saber bien el por qué, la gente suele consumir en las fiestas.

Cirilo C., amigo mío, ha leído furtivamente, por encima de mi hombro en la pantalla del ordenador, lo que acabo de escribir y me pregunta: ¿Cómo te puedes creer una cosa así?
No le hago caso y para evitar discutir inútilmente, cambio de tema con otra pregunta: ¿Qué tal estaba la rubia, que te “ligastes” esta tarde?
Hurgándose entre los dientes con un palillo, me responde: Buena…, aunque con un poco de sal…

Feliz?
Halloween 

Juan Antonio Rguez Méndez 

  


martes, 16 de octubre de 2012

TERROR/ "NO ABRAS LA PUERTA, NO SALGAS A LA CALLE"


Terror
NO ABRAS LA PUERTA, NO SALGAS DE TU CASA

Cuentos Cotidianos X

Créeme, no es mi deseo asustarte más de lo que estás. Son muchos los delitos que se están cometiendo en tu entorno todos los días:  robos, atracos, violaciones, asesinatos… Te sientes desprotegido, hacen falta más efectivos en las fuerzas de seguridad, las que hay se encuentran defendiendo “intereses más altos”. Es vital que tengas conciencia, de que por muchos artilugios que instales en tu hogar: cámaras de vigilancia, alarmas, cerraduras de  seguridad, incluso una “habitación del pánico” no te va a servir de nada, cuando “Ellos” decidan que te ha tocado a tí.
“Ellos” no van a abrirte ni derribarte la puerta blindada, no harán ningún butron ni entraran por una ventana. No harán el menor esfuerzo para penetrar en tu casa, no necesitan hacerlo.
“Ellos” entraran en tu edificio sin escándalos, sin llamar la atención. Algún vecino descerebrado, pulsará el botón de apertura del portal, porque alguien dijo que era el cartero o el vecino del sexto.
“Ellos” esperaran pacientemente, en la oscuridad de un descansillo de la escalera a salvo de mirillas y cámaras, a que tú salgas o entres ufano en tu domicilio. ¡Entonces!  sin darte tiempo a encender la luz de la escalera, sin tiempo siquiera para un escalofrío, se precipitaran sobre ti, con la rapidez propia de las alimañas, te degollaran y tu propia sangre impedirá que el grito de terror huya de la garganta.
Luego, si así lo desean, desvalijaran tu casa. En ella sólo quedarán tu cuerpo inerte.
“Ellos” no sufren, no tienen compasión. “Ellos” fueron víctimas, ya no sienten.


Halloween se acerca
Este relato sólo es el hueso de la aceituna, que os regalaré en
la noche más negra del añooooooooo.


Por Juan Antonio Rguez Méndez

miércoles, 10 de octubre de 2012

NUEVAS CONVOCATORIAS A CERTAMENES LITERARIOS

URGENTE


EN LA PÁGINA "NOTICIAS ILUSTRADAS" DE ESTE BLOG, ENCONTRARÁS DOS NEVAS CONVOCATORIAS A SENDOS CERTÁMENES LITERARIOS. QUE IGUAL TE PUEDEN INTERESAR.

SUERTE


viernes, 5 de octubre de 2012

¿Por qué? LA PREGUNTA


LA PREGUNTA: ¿POR QUÉ? Que por respuesta sólo tiene más preguntas.
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? 
Respuestas ¿Somos la Duda? ¿El Absurdo? ¿Somos virus?

Cuentos Cotidianos VIII

Entré en la cafetería y me dirigí a la mesa – observatorio, desde la que miro todo lo que ocurre en el local. Al pasar junto al camarero, me saludó mecánicamente y de igual forma me preguntó: ¿Lo de siempre? Lo de siempre, le contesté. Tomé asiento y vi al “acaparador del periódico” en su lugar, con el ejemplar del día desplegado en la mesa sin que le prestara atención, esta la tenía presa en los giros de los rodillos de la máquina tragaperras, mientras otro jugaba. Recordé, que el camarero me comentó en una ocasión, que el “acaparador” se sentaba en aquel lugar para controlar la tragaperras, cuando creía que había recaudado lo suficiente y no se habían llevado los premios, él echaba, lo peor era, que siempre conseguía el premio.
Ese tipo, que ya por su afición a secuestrar la prensa del establecimiento, me caía fatal, con la última información recibida, me he planteado en más de una ocasión tomar café en otra cafetería.
El intentar no verlo entreteniendo mis ojos en la humeante traza, me llevó casi a la abstracción, y después a ese estado de la conciencia que llamamos ensoñación.
No entiendo absolutamente nada, y cada vez que la cuestión regresa a mi mente, más oscura se torna. ¿Qué objeto tiene nuestra presencia Aquí? Que nazcamos, deambulemos por la Vida, con más o menos fortuna e irremisiblemente muramos.
Ya sé, que el asunto no es nada original, es algo que ha pasado por la mente de casi todos y en más de una ocasión. No creo que nadie haya encontrado las respuestas. Sí, las religiones, pero… Son insostenibles, cuentos para niños, tan insostenibles como las que han querido dar filósofos y científicos. Imagínese a las que va a enfrentarse, si estima oportuno continuar leyendo estas líneas.
¿Para qué sirven tantas galaxias, estrellas, planetas, alimañas, árboles, nosotros…? Todo dentro de un espacio infinito, que según los científicos continua expandiéndose. ¿Cómo algo infinito, que lo ocupa todo puede hacerse mayor? Y ¿con qué objeto?
¿Cuál es el valor que tenemos en esta Obra?, para la que no existen adjetivos a fin de hacernos una idea ni aproximada de su grandiosidad, de la que más nos imaginamos que conocemos.
No sabemos nada, a penas unos pobres datos, de nuestra “gota de agua”. Posiblemente, en el Universo, nuestro entorno y lo que llegamos a ver, no sea más que eso: una gota de un inmenso océano.
Nuestros conocimientos son nimios, frente a los misterios que nos presenta nuestro sistema solar, sin buscar ejemplos más extensos. De nuestro propio cuerpo aún nos queda por descubrir, no sabemos como erradicar muchas de las enfermedades que lo aquejan. Del cerebro nos falta por conocer casi todo: como trabaja, dónde reside el pensamiento, en qué lugar se guardan los recuerdos, o la identidad, el “Yo”. ¿En que lugar el “Soplo Divino”, la Vida, la “Energía”?
La Vida, muy posiblemente el Alma. El “Alma Inmortal”, que nos da Dios y a Él regresa cuando fenecemos. La Energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, dijo Einsten.
El Alma, la Energía, Dios, la Vida ¿Pueden ser la misma cosa? Y el cuerpo, una compleja herramienta a su servicio, sólo una herramienta para estar en contacto con “lo material”. Si eso es el cuerpo humano, ¿qué somos? La respuesta es obvia: Somos Alma.
Pero, si somos Alma, ¿por qué no nos reconocemos a nosotros mismos? ¿Por qué creemos que somos “carne”? ¿Temer tanto por perder el cuerpo?
El Cuerpo, como todo lo físico, se deteriora, se avería y termina dejando de funcionar y, como ocurre con cualquier otra máquina, se desecha. Igual que se abandona el coche que ya no arranca. ¿Qué ocurre con quien lo conducía? ¿Qué ocurre con el Alma? ¿Dónde va? No debe ir a ningún lugar, se queda en el mismo sitio, donde estuvo siempre. La Energía es una, sin divisiones, lo envuelve todo. Así pues, el Edén, el Paraíso, el Cielo… No se encuentran en otro lugar están Aquí, al igual que el Infierno.
Pero… ¿Y el conductor del automóvil? Abandonó el viejo y continuó conduciendo un nuevo vehículo. ¿Estamos proponiendo la Reencarnación?
Es posible, que el Alma, la Energía, según lo expuesto, tome otro cuerpo. Es lo más lógico, tendría que ser así.
Sin embargo… ¿Qué ocurre con los recuerdos? Yo no recuerdo otros cuerpos que ocupé. ¿Cómo podemos saber quiénes somos?
Si los recuerdos no se guardan y no van de un cuerpo a otro… ¿De qué sirve que memoricemos cosas como la Historia del Mundo, hombres, sus logros, animales, minerales… Para qué inventar y construir máquinas con dispositivos para atesorar nuestro Conocimiento y Recuerdo?
¿Por qué ese afán, a veces desmedido, de perpetuarnos en la memoria de aquellos que llegaran en el Futuro, eternamente? ¿Será este el “Sentido de la vida”? Solamente vivir para no ser olvidados.
Puede ser, también, que como parte indiviso de esa “Energía General”, todos nuestros recuerdos, los recuerdos, vayan a un “Conocimiento Único”, en los que se desechan los que son inútiles y los repetidos.
Surge aquí una nueva cuestión: Un “Conocimiento Único” ¿al servicio de quién, con qué propósito? Y si, gran parte de nuestras experiencias atesoradas, son inútiles y sin más se tiran ¿para qué las aprendemos? Podíamos usar el tiempo en recoger otros conocimientos más necesarios.
Es todo tan absurdo. ¿Somos una pregunta? Sabemos solamente preguntar y darnos otra pregunta por respuesta: ¿Por qué?
La “Gran Interrogación” es el Universo, en todos sus componente, también el “Big Bang” y nuestra preocupación, nuestro desmedido afán de atesorar cosas materiales, muchas, demasiadas veces sin respetar nada ni a nadie, durante nuestro paso por la vida. ¿Para qué? Si como hemos visto, nada nos llevamos, nada podemos quedarnos.
Continuo sin saber quiénes somos, que clases de organismos, que bichos? Bichos que viven de succionar el dolor, las vicisitudes de sus congéneres, cada vez con medios más sofisticados. Dolor y muerte si es necesario, sin escrúpulos, sin compasión. ¿Tenemos “Conciencia”?
En este momento una duda oscura: ¿Será el dolor, las lágrimas, la envidia, el deseo, el daño… el alimento de esa “Energía”? ¿Es esa “Energía” la “Maldad”?
¿Somos virus, aislados en una gota de agua?
Sería la solución a “¿por qué?”, pero dice poco de nosotros. Es triste, tan triste que la desechamos inmediatamente.
Por otra parte se suscitarían nuevos interrogantes: ¿Aislados por quién? ¿Por otra energía superior, que no podemos atisbar?
Una voz que hace una pregunta, me saca bruscamente de la ensoñación: ¡Señor, señor! ¿Se encuentra usted bien? Sí, respondo, sólo me quedé un poco transpuesto. ¿Por qué? 
No me enteraré jamás, así que terminaré con una frase, que posiblemente no crea que viene a colación: Los bancos sólo debían servir para sentarse.  

martes, 2 de octubre de 2012

JULIO MESA "EL CUBANO QUE RECITABA A LUIS CHAMIZO"


JULIO MESA “EL CUBANO QUE RECITABA A LUIS CHAMIZO”

        Recuerdo, un poco empañado por la bruma del tiempo, aquél día en el que lo conocí. Pasaba por la calle de “La Bomba”, decidiendo si entraba a tomarme una cerveza ó no en  “El Farol Portugués”, cuando Manolo Sordo, desde el otro lado de la calle llamó mi atención. Se encontraba en la puerta de su negocio, la galería de arte “Acuarela”, y me saludó brazo en alto. Me acerqué hasta él, con la intención de devolverle el saludo, hacía algún tiempo que no nos veíamos. Era pasado el medio día, de una jornada gris de finales de Otoño.
Manolo, interrumpió la distendida charla que compartía con un señor menudo, de poca estatura, enfundado en un traje de color gris marengo, mayor, muy mayor me pareció en aquél instante. Su rostro estaba surcado descaradamente por el tiempo y por una azarosa vida a decir por la dirección de sus arrugas. El cabello, que dejaba ver un sombrero de fieltro negro, era totalmente cano, largo, poco peinado que sin complejos terminaba al comienzo de la espada recogido en una coleta.
Manolo, tras saludarnos, me presentó a aquel hombre, su traje gris marengo, que ahora, más cerca, me dio la impresión que podría tener, los mismos años que su dueño.
Seguidamente me habló sobre las virtudes de aquél señor. Era poeta y declamaba a Chamizo extraordinariamente, en particular “La Nacencia”.
La información me la daba porque yo en aquella época coordinaba una tertulia en las que se ofrecían recitales poéticos, en un pub, “La Regenta” llevaba por nombre . La sana intención de Manuel era que le diera a su acompañante, una oportunidad algún jueves.
Julio Ezequiel Mesa Acosta en 2008
Lo cierto es que las habilidades del señor del sombrero “Borsalino”, no me impresionaron, ni siquiera me llamaron la atención. Ya contaba con los mejores declamadores en “Castuo”: Julián Mojedano y, mucho más joven y casi recién llegado, Javier Feijoo, entre otros.
Pero un poco más tarde, cuando el hombre menudo tomó la palabra, me di cuenta de su marcado acento caribeño. Inmediatamente me pregunte: ¿Cómo resultaría la mezcla de los versos de Luis Chamizo y el deje cubano?
Sí, uno de aquellos jueves, el segundo de Noviembre de 1999, Julio Ezequiel Mesa Acosta, se estrenaba en “La Regenta”. Tenía 75 años.
Nació en Máximo Gómez, de la provincia de Matanzas, el 10 de Abril de 1924, coincidiendo con lo que los cubanos llamaron: “Movimiento Insurreccional”.
Su recital gustó, a la gente le resultó original y les impresionó el que todas las poesías las sabia de memoria. Luego llegarían más recitales y otros estrados. Por supuesto que no faltó a ninguna cita de los jueves, excepto cuando viajaba a Cuba o Estados Unidos.
Julio, después de abandonar su país el 6 de Enero de1970 y tras una estancia en Madrid de cuatro meses, no más del tiempo que tardó en conseguir el visado para los EEUU, tiempo que le reportó el conocer a María del Carmen, la que sería su mujer, sin más demora se trasladó a Nueva York. Allí trabajó en diferentes actividades, entre ellas: chofer de un Gipsy taxi y como administrador de un edificio de vecinos, creo, pues en la Universidad de la Habana estudió Contador Público.
Con el paso de las semanas, hicimos buena amistad, estuvo a mi lado en momentos adversos, difíciles de sobrellevar en soledad. No faltaron eventos gratos, como aquél largo y rápido viaje, que con más tiempo es posible que narre. Compartimos penas, alegrías y algún que otro secreto, de esos que se esconden en lo más recóndito del alma.
Tras las  declamaciones de la poesías de Luis Chamizo, lo animé a que diera a conocer las suyas, a que escribiera otras nuevas La primera composición me la dedicó, fue un ovillejo, que dice así:   

 Todos van donde él va
Juan

¡Cuantos númenes enciendes!
Antonio Méndez

Es de la letras devoto
del Soto

Y forma gran alboroto
los jueves en "La Regenta"
quien al Arte representa
Juan Antonio Méndez del Soto

Recordaba con un tinte amargo, cuando ya jubilado, dejó Nueva York y vino por su mujer, a la que nunca le gustó la megalópolis, a jugar sus partidas de ajedrez Aquí y en San Vicente de Alcántara, pueblo natal de María del Carmen. Habían transcurridos veinte años.
Era la ciudad donde le habría gustado vivir para siempre. Lo vi llorar aquél aciago 11 de Septiembre.

Las torres gemelas.
Postales rememorativas a millares
 ¡Las Gemelas ausentes!
 El odio que sienten
 quienes no son capaces
 de crear otras torres iguales
 no pervivirán.
 Morirán los que intenten
 destruir a los países que luchan por la libertad,
que se afanan y avanzan y triunfan

A sus 80 años, posiblemente ayudado por su inesperada fama local, entrevistas en radio, prensa y televisión, y el ambiente literario, que creyó culto y bohemio, cambió su modo de vida y un poco el carácter. Se olvidó de la edad, se relajó en sus obligaciones.
Julio escribe:

ANÁLISIS

 Después de haber vivido inocuamente

buscando solidez en mi existencia

con desmedido afán a la docencia

En un recital en homenaje a Julián Mojedano
se desliza mi vida lentamente

No se que hacer, quiero parar su huida
y no encuentro ni modo ni manera
ante mi siempre encuentro una escalera
por la que he de ascender, aciaga vida.

Infinitos peldaños me separan,
de una vida que aspiro a hacer normal
di cual es mi pecado, cual el mal
que tus leyes condenan y no amparan

Quiero vivir, pero vivir tranquilo en completo solaz
como siempre, sin cargos de conciencia
que sin cuitas transcurra mi existencia
conservando la calma, el sosiego y la paz

Pero algo se interpone en mi camino
yo siempre encuentro un valladar delante
por doquiera que voy
señor, dime que soy
¿Un bárbaro? ¿Un tunante?
¿Una bestia feroz? ¿Un asesino?

No Señor, no, Tú bien lo sabes
que  duda cabe
que yo no soy un malhechor
sólo un ser descarriado
que  implora tu perdón...

 Pero no hay escarmiento para un reincidente, y comete una nueva equivocación. Una de esas que guía la buena voluntad ó quizás, en este caso en concreto, el miedo a la soledad. Quiso traerse a un familiar, liberarlo de aquella isla del Diablo, como él decía. No cejó hasta que trajo, gastando lo suyo y lo ajeno, a un sobrino, que de Educación sabía poco y de agradecimientos menos. Vino a trabajar, se suponía, pero por si a caso, se trajo la hamaca.
La edad inevitable, se nos viene encima y comienza a ahogarnos, como lo hace una boa constrictor. Julio levantaba muros de aíre en un intento vano de aplazarla.
Decía una y otra vez: “A todos se les muere un tío menos a los sobrinos míos”, “Yo feliz cono el camarón” “Viviré hasta los 110 años, luego me tiraré desde lo más alto del Empire State”.
Estaba convencido que sobreviviría a Fidel, con un poco de suerte también a Raúl Castro, que conocería la libertad en Cuba.
No pudo ser, le faltaron veinte años murió a los 90, hace dos o dos, meses y medio. Aún no he podido enterarme con exactitud, nos cogió a todos de vacaciones. Por otro lado, “el sobrino” no dijo nada, seguramente tampoco se enteró.
Lo que sí sé, es que su transito lo hizo desde la casa de su mujer, la buena Maria del Carmen, en San Vicente de Alcántara, Aquí venía poco, de vez en cuando y sólo a algún recital. En los últimos tiempos nos vimos escasamente, porque hay hechos que cambian la vida, hechos en los que tienes que elegir el camino que van a seguir tus pasos, la carga de tu mochila y la compañía en el viaje.
Me niego a terminar estás líneas, sin los datos que faltan, al menos la fecha exacta de su muerte. Busco en mis viejas agendas y encuentro su número de teléfono en San Vicente, marco y espero oír la voz de María del Carmen, pero lo que llega a mi oído es el tono de que el número no existe o ha sido dado de baja.
La mala noticia me la dio, cosas raras que ocurren, Manolo Sordo en su Galería de Arte.

Julio entre Javier Feijoo y José M. Ferrera

INMORTALIDAD


No he de morir                                                                                                                                   
He de seguir viviendo
aunque muchos deseen mi deceso.
he de seguir viviendo
porque solo para vivir
estoy yo hecho.

                                                                    

 Despedida



Julio en la terraza de "Gran Café Victoria"


                                                                                                                                                                                                Tú te condenas a la soledad,      
allá tú con tu condena.
Mi conciencia tranquila, en paz, serena
Descubre como la maldad
penetra el corazón de una persona buena.

Se deja seducir por cantos de sirena
torpes, ruines,  que llevan en su seno
como las víboras mortal veneno
y son dañinas a conciencia plena
simulando un carácter dulce y bueno.

Las apariencias nunca son fiables
sobre todo en presuntas consejeras
cuyas palabras, aunque lisonjeras
son ruines y mezquinas de apariencia amables
busca en ti la verdad. Serás lo que eras.
y lo agradecerás.



Sirvan estas letras como recuerdo a un amigo, que mereció irse más acompañado.


 Julio Ezequiel Mesa Acosta, deja inédito un poemario con la totalidad de su obra, bajo el titulo: “Yo, apátrida?, al cual pertenecen las poesías que en este artículo se recogen.
Parte de su Obra se puede encontrar en los cuadernillos “Momentos Literarios” y los libros que anualmente edita el “Gran Café Victoria” de Badajoz, donde se siguen celebrando recitales todos los Jueves.

Juan Antonio Rguez Méndez del Soto